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Muere a los 91 años Jean-Louis Trintignant, el actor de la conciencia torturada

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Se dio a conocer junto a Brigitte Bardot en 'Y Dios creo a la mujer' y se despidió en 'Amor' con su mejor trabajo. Su vida estuvo marcada fatalmente por el asesinato de su hija Marie, víctima de la violencia machista

Jea-Louis Trintignant, en Cannes, en 2017.
Jea-Louis Trintignant, en Cannes, en 2017.LOIC VENANCE AFP

"Iré de mal en peor y luego se acabará". La frase se escucha en 'Amor', de Michael Haneke, y en su triste y desolada monotonía se adivina quizá la personalidad de un actor desolado. Y triste. Probablemente, la historia de amor que también lo es de muerte al borde de una memoria que desaparece pueda pasar por su último gran trabajo. Y, apurando, por el mejor de todos ellos; el que quizá más cerca estuvo de un intérprete que pese a contar con casi 120 títulos en su filmografía nunca deseó estar ahí del todo.

La muerte de Jean-Louis Trintignant a los 91 años de edad se lleva consigo, además de un puñado de títulos imprescindibles de la cinematografía europea, la constancia de una vida sufrida, lúcida y marcada a fuego por la muerte de una hija. En julio de 2003, Bertrand Cantat asesinó a Marie y el mundo de Jean-Louis perdió para siempre el pobre y vago privilegio del sentido.

Pese al éxito instantáneo de su primer trabajo para el cine, Trintignant se pasó buena parte de la vida escondiéndose, despidiéndose de su oficio y negándose a seguir adelante. Pero trabajando. Y así hasta completar una filmografía exuberante y ferozmente comprometida con su tiempo de la que él mismo apenas transigía con rescatar una decena de títulos. En 1956, 'Y dios creó a la mujer', de Roger Vadim, le convirtió en la persona más envidiada del planeta. Su papel al lado de Brigitte Bardot hizo de él una figura imprescindible. Se cumplía así, de repente, un sueño que él nunca tuvo. Él quiso ser actor, sí, pero de teatro.

Y así hasta llegar a 'Un hombre y una mujer' (1966) donde de la mano de Claude Lelouch y acompañado por Anouk Aimée, el sobrino de dos pilotos de coches de carrera (tal cual) adquiría de nuevo el estatus de símbolo. Sus paseos por la playa desierta en invierno al ritmo de 'dabadaba' marcaron algo más una época de sexo prohibido y silencioso, sirvieron además para tintarla de un gris magnético, untuoso y, otra vez, desolado. Pocas palmas de oro ha visto Cannes tan felices en su dolor más íntimo. Dos veces más, en 1986 ('Un hombre y una mujer, 20 años después') y 2019 ('Los años más bellos de una vida'), volverían los tres (director e intérpretes) a soñarse envejecer en su particular inmortalidad. Pero ya nada sería lo mismo.

Contaba el actor que en el guión original su personaje era médico y que se empeñó en que fuera la profesión de sus dos tíos la que finalmente permaneciera en el libreto como testigo de una muerte gratuita y amenazante. "El personaje era exactamente como yo me soñé con 15 años de edad", le gustaba recordar.

Pero todo tiene su reverso y quién si sabe si por culpa de la fama desmedida, Trintignant perdió la oportunidad de protagonizar la Nueva Ola del nuevo cine como habría merecido. Trabajó con Claude Chabrol en 'Las ciervas' (1968) y con un François Truffaut muy tardío en 'Vivamente el domingo' (1983). Y poco más.

Hubo que esperar a su viaje a Italia (atentos a su silente trabajo en el deslumbrante y anómalo western de Sergio Corbucci de 1968 'El gran silencio') para asistir a su siguiente gran trabajo con Bernardo Bertolucci. 'El conformista' (1970) fue uno de sus personajes preferidos. "Nunca nadie me ofreció un papel que exigiera tantas cosas de mí que yo siempre luché por mantener escondidas", confesó en alguna entrevista. La historia de Marcello Clerici, según el texto de Alberto Moravia, un hombre empeñado en no ser nada más que nadie, se convierte en el cuerpo menudo de Trintignant en la metáfora perfecta de una derrota perfecta. Y compartida por todos. Durante el rodaje de la película moriría la primera de sus hijas, Pauline, con apenas 10 meses de vida. Una tragedia que volvería con grave y cruel pereza.

A su manera, entre un extremo y otro, entre Italia y Francia, Trintignant se convertiría en el hombre que registró en su piel cada una de las obsesiones y heridas de la cultura europea de su tiempo: en Il sorpasso(La escapada, 1962), de Dino Rissi, descubría junto a Vittorio Gassman la ligereza trágica del nuevo mundo que asomaba en los sesenta. En Z (1969), era el héroe de la izquierda perseguido por la CIA y un mundo que ya no le pertenece. Y en 'El conformista', el fascismo como el fantasma que siempre está ahí dispuesto a reaparecer. Una y otra vez.

Contaba que él nunca quiso interpretar al juez obsesivo y enfermo al que dio vida en Tres colores, rojo, de Krysztof Kieslowski. Fue su hija la que le insistió en la necesidad y genialidad del director. Y de nuevo, contra sí mismo tal vez, Trintignant se las arregló para retratar a Europa entera, a una Europa en crisis, como siempre se quiso él, que un buen día se asomaba a la certeza del pesimismo. También decía que cuando Haneke le llamó para protagonizar Amor, su negativa fue acompañada de la mejor excusa: "Estaba buscando un árbol contra el que estrellarme". Y así.

En un momento de 'Amor', Emmanuelle Riva hojea un álbum de fotos antiguas. A su lado, Jean Louis Trintignant acaba el almuerzo. Ella extrae de los cajones de su memoria lo que quizá un día dejó. Algunos recuerdos han desaparecido, otros se han transformado y los últimos aún permanecen intactos desde el día que se colocaron con cuidado en el fondo. Lo que sigue inmutable son las cajas como el espacio y recuerdo de lo vivido; como la constancia de una vida que, de repente, se desvanece en un ridículo ritual de sufrimiento y pañales sucios.

Y se escucha esta conversación:

-Es bonita.

-¿El qué?

-La vida. Es tan larga.

Trintignant se resistió a alargar un solo segundo su vida. Trintignant dio por acabado todo cuando asistió entre la rabia y el vacío al asesinato de su hija. Trintigant se negó a hacer más cine porque prefería el teatro. Y así, negándose, completó una vida entera. Tan larga. "Iré de mal en peor y luego se acabará".

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