ÓRGANO OFICIAL DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA

El día en que el huracán Irma comenzaba a alejarse de Cuba, falleció en La Habana la pedagoga musical y violinista Alla Tarán. A ello se debió, seguramente, que haya pasado casi inadvertida una nota luctuosa que implica a la comunidad artística en la Isla, de manera particular a las generaciones de profesores e intérpretes formados por una maestra ejemplar.

Alla nació en Ucrania en 1941, pero se instaló entre nosotros desde 1969 y nunca más dejó de estar y servir aquí en un medio que hizo suyo. Era una joven que venía de la tradición soviética, con experiencia en su instrumento, pero sobre todo en la docencia donde se había especializado en la instrucción de prácticas de conjunto, imprescindible para el aprendizaje académico de la música orquestal y de cámara.

En la capital cubana integró en un principio la sección de cuerdas de la Orquesta Sinfónica Nacional, pero al poco tiempo se trasladó a la región central del país donde dejó una apreciable huella en la iniciación de niños en la ejecución del violín. Las escuelas elementales de música de Cienfuegos y Villa Clara se beneficiaron del talento pedagógico de la ucraniana.

De nuevo en la capital al filo de los años 80, su consagración a la docencia fue a tiempo completo, al integrar los claustros de los conservatorios Manuel Saumell y Amadeo Roldán, la Escuela Nacional de Arte (ENA) y el Instituto Superior de Arte. Decenas de violinistas de organismos sinfónicos y orquestas de música popular, maestros y solistas cubanos dentro y fuera de la Isla reconocen la influencia decisiva de las enseñanzas de la Tarán y citan su nombre en un sitio prominente de sus hojas de vida profesional.

Uno de sus logros mayores fue la creación de una de las primeras orquestas de cuerdas conformada íntegramente por niños y adolescentes de los conservatorios habaneros a la que dedicó más de dos décadas de labor.

A principios del nuevo siglo, Eugene Robinson, escritor, periodista y antiguo editor del diario norteamericano The Washington Post viajó a La Habana, con la mirada puesta en cómo la música cubana reflejaba el ambiente de una sociedad que él, de ideología conservadora, creía al borde del colapso. Sus vivencias directas le obligaron a tomar una perspectiva diferente a la hora de escribir Last dance in Havana (2004). Una de esas experiencias fue el encuentro con la orquesta de Alla Tarán, del cual dejó una elocuente descripción: «En cada interpretación recursos técnicos como entonación, ataque y redondez del sonido resultaron impecables. Tarán ha inculcado en esos jovencitos un estricto culto al sentido de la dinámica, así como de la uniformidad en el vibrato. Hay vida, espíritu, emoción. Uno cierra los ojos e imagina a los niños en un futuro próximo como músicos en plena madurez».

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Adrián dijo:

1

20 de septiembre de 2017

15:52:35


Y porque en nuestros medios y programas dedicados a este tipo de música, no he oido mencionar nunca a esta ucraniano-cubana ?