¡Esta fue tu vida!

El autor de estas y otras pesadillas era Jack Chick (1924-2016), el editor y dibujante de una serie de publicaciones que son ahora objeto creciente de estudio en el mundo del cómic ′underground′. Hasta su reciente muerte se sabí­a tan poco de él, que no habí­a más que un par de fotos juveniles y una breve entrevista en 1975. Descubrir ahora el extraño mundo de Chick es enfrentarse a la marginalidad y excentricidad del mundillo en que algunos nos hemos criado, pero también nos guste o no, del que todaví­a formamos parte′

Esta serie es un ejercicio de empatí­a ′algo poco habitual en la era de Internet, que se alimenta de la controversia′, un intento de apologética compasiva ′al que el cristianismo está ya poco acostumbrado′. Al desvelar las contradicciones de la mayorí­a de los autores, asesores y colaboradores de Chick ′Alberto Rivera, Rebecca Brown, Jeff Godwin, John Todd, Kent Hovind′, algunos de los cuales fueron luego acusados de fraude e incluso condenados a prisión ′los dos últimos por abusos, violación, agresión y evasión de impuestos′, no queremos hacer un simple alegato de denuncia para mostrar lo malos que son estos individuos, sino intentar entenderles, crí­ticamente. Ya que, en definitiva, acercarse a este mundo es enfrentarse a nuestros propios demonios′ ¡nunca mejor dicho, hablando de Chick!

ESTA PRESENTE PARANOíA

Lo dramático se une al conflicto apocalí­ptico en una visión del mundo como mero escenario de un drama sobrenatural, donde los espí­ritus no es que sean tan reales como la vida fí­sica. Es que la materia no es más que la apariencia de un universo espiritual de ángeles y demonios, donde lo que importa es el destino del alma ante el engaño del mundo. En este juego de máscaras, la realidad se oculta. Hay que estar en guardia frente a toda amenaza. Ya que, en esta paranoia, nada es lo que parece.

¿Qué hay detrás del secretismo de Chick?, que no permitió circular dato o foto reciente alguna, durante su vida. Según el biógrafo que continua oficialmente la obra de Chick, David Daniels, es la humildad por la que no querí­a dar importancia a su persona, sino a Dios. Es uno de los temas en que insiste en su libro y sus ví­deos de YouTube Mientras que el largometraje documental del profesor de literatura de la universidad de Tallahassee (Florida) Kurt Kuersteiner, autor de la guí­a no autorizada al arte de Chick y especialista en temas de terror, sugiere que no fue por discreción o privacidad, sino por las amenazas de las que fue objeto. Ya que según el coleccionista y estudioso de la obra de Chick, Robert Fowler, él creí­a que podí­a ser asesinado por fanáticos de diferentes religiones. Probablemente, la razón no sea ninguna de las dos cosas.

El propio Daniels cuenta como al principio aparecí­a en programas de televisión con mucho gusto, pero cuando empezaron a reí­rse de él, se niega a dar entrevistas. Parece que no por miedo a ataques o intentos de asesinato, puesto que fue soldado en la guerra y no tení­a guardaespaldas. De hecho, cuando le visita el periodista de Los Angeles Times, entra en su casa y observa que el garaje está abierto. Chick no era como muchos de sus seguidores de Internet, que se esconden bajo seudónimos para no dar la cara. Lo que creo que no soportaba es que se rieran de él. Su insistencia en llamarse Pequeño Jack habla más de su orgullo, que de lo que presume. En eso es como muchos de nosotros, ¡no aceptaba una crí­tica!

LA INDEPENDENCIA DEL FRANCOTIRADOR

Como buen evangélico, Chick hace la guerra por su cuenta. No tiene que dar cuentas a nadie, porque no está bajo la supervisión de ninguna iglesia u organización. Es un francotirador. Igual que los cristianos que llenan ahora las redes disparando contra todo lo que se mueve, no representa denominación o entidad alguna. Se supone que era ′bautista libre′, luego carismático, aunque no se sabe siquiera la congregación a la que pertenecí­a. Dice lo que le parece. Esa es la vitalidad, pero también la gran debilidad del movimiento evangélico. Promueve la libre iniciativa, pero da siempre esa sensación de caos y confusión a todo lo que le rodea.

No es extraño que sea tan anticatólico, Chick. Serí­a incapaz de someterse a ninguna jerarquí­a o autoridad. Es el libre examen llevado a sus consecuencias más radicales, la Biblia sola, tal y como le interpretemos libremente. Protestante sin complejos, alguien incapaz de dominar y controlar, que expresa lo que piensa sin coacción alguna, totalmente independiente. Así­ lo describe el autor de uno de los recientes estudios sobre su mundo, el coleccionista Robert Fowler, que no es cristiano siquiera:

′Chick encaja en la más alta tradición de la prensa underground. Su material está creado, escrito, dibujado y publicado por dos personas (Chick y el artista Fred Carter). Incluso la distribución es muy limitada, mayormente en pequeños establecimientos, por el boca a boca y venta por correo. El material de Chick es difí­cil de localizar. Jack dibuja lo que quiere. No está comprometido con nadie. Su obra es profundamente personal, intensa, a menudo violenta. Las historias tratan de personas, su mente y corazón, no animales de peluche o superhéroes adolescentes. Los anuncios en tratados y cómics son de la casa. Se limitan a la cubierta. No son publicidad pagada. No hay compromiso con anunciante alguno.′

A su muerte, el diario británico The Guardian le describí­a en su obituario como ′el teólogo más ampliamente leí­do de la historia humana′. A principios de siglo habí­a vendido ya cuatrocientos millones de tratados. Objeto ahora de culto para el cómic ′underground′, es comparado con Robert Crumb e imitado en parodias por dibujantes de la talla de Daniel Clowes, tal vez el mayor autor de ′novela gráfica′ que hay en la actualidad. Boicoteado por muchas librerí­as cristianas e incluso censurado por gobiernos como el canadiense, su fama de ′artista maldito′ no ha hecho más que aumentar su prestigio en el mundo marginal.

¡ESTA FUE TU VIDA!

En esta serie que ahora empezamos en Entrelí­neas vamos a comentar sus folletos más representativos de las diferentes maní­as y obsesiones de Chick, para seguir no sólo su biografí­a y pensamiento, sino también las de sus más í­ntimos colaboradores con sus luces y sombras. Es un trabajo en equipo, idea de José Pablo Fernández. He escogido para empezar su tratado más conocido, ′ ¡Esta fue tu vida!′, la más vendida de todas sus publicaciones. No sólo por ser el más popular, sino también porque lo hizo el año que yo nací­ (1964) e inspiró muchas de mis pesadillas adolescentes.

Como todos los tratados de Chick, ha tenido una cierta evolución a lo largo de los años, ya que cambian bastante de una edición a otra. Hay una segunda versión en el 69 y otra en el 72, mientras que la que ahora se conoce es del 2002. Ha sido traducido a más de un centenar de idiomas, adaptándose a distintas razas, sexos y variaciones étnicas. Hay incluso una versión especialmente para musulmanes.

Aunque casi cada viñeta está acompañada de un texto bí­blico, muchos protestantes se escandalizaron por la representación fí­sica del Trono divino, donde Cristo es visualizado humanamente, aunque sea sin rostro. La mayor parte de los cristianos están acostumbrados a las ilustraciones de Jesús, pero el cí­rculo conservador de Chick no sólo utiliza exclusivamente la versión inglesa del Rey Jaime, sino que considera que la prohibición de imágenes del Decálogo se extiende a toda representación visual de Jesús.

La fuerza del cómic está, sin embargo, en esas imágenes oscuras y tenebrosas. Los ángeles y el fuego son reproducidos con la literalidad de la iconografí­a tradicional. El desenlace trágico va seguido de un final alternativo, que presenta el mensaje de salvación. En la primera versión va acompañado de lo que podrí­a ser la vida moral del buen cristiano. A medida que Chick va librándose del moralismo evangélico prescinde de este tipo de viñetas.

LA HORA DE LA VERDAD

Me encanta la figura del personaje de pí­e fumando en pipa con el que comienza el folleto. Tiene un estilo de mediados de los años 60 que representa el tipo de hombre al que iba destinada la revista Playboy. Mientras bebe, aparece el hombre de la guadaña, que le provoca un repentino ataque al corazón. La imagen de su cuerpo en el ataúd bajo tierra, mientras celebran su funeral, es digna del mejor cómic de terror.

Tras intentar convencer al ángel que viene a buscarle en la sala de espera del juicio de que no es tan mala persona, se enfrenta a su vida proyectada en una inmensa pantalla en sesión nocturna al aire libre, tipo autocine. Para una generación como la mí­a, que entendí­a que ver una pelí­cula era un acontecimiento colectivo, la sugerencia de Chick no puede ser más poderosa.

La sorpresa de la historia es que, a la hora de la verdad del Juicio final, la condena al Lago de fuego no es por robar o matar, sino por lenguaje sucio, miradas lujuriosas y aburrimiento en la iglesia′ ¿Quién está libre de semejante culpa? ¡Yo no, desde luego!

Me refugió como el personaje del tratado en la oración del penitente. Y abrazo la promesa de Isaí­as 1:18 que me invita a ′venir y estar a cuenta′ con Dios, porque ′si nuestros pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí­, vendrán a ser como blanca lana′. Me reconozco como pecador y acepto a Jesucristo como mi Salvador y Señor′ ¿Tú también?