La vida en comunidad no nace con la contracultura de los años 60, pero lo que en el movimiento “hippie” se le llama “comuna” tiene poco que ver con el estilo de vida que se da en una orden religiosa o un grupo tribal. Cuando decimos que comparten todo no nos referimos sólo a la comida y los gastos comunes, las tareas de la casa y ciertas cosas de uso común, sino hablamos del dinero, la ropa, todo lo que uno tenga, incluida la droga y el sexo. En nuestro idioma distinguimos entre una “comunidad” y una “comuna”, pero esa distinción en inglés no existía.
Estudio de José de Segovia
escrito en Madrid el 31 de Octubre de 2023
Lectura de 14 minutos o 2717 palabras.
No es extraño que las iglesias miraran con cierta sospecha la formación de “comunas cristianas” desde el inicio mismo de la Revolución por Jesús en la bahía de San Francisco en pleno “verano del amor” de 1967. Los cuatro matrimonios que asistían a la iglesia bautista de Mill Valley y se ocupaban de la misión del “Salón de Estar” (Living Room) en Haight-Ashbury deciden vivir juntos en la localidad de Novato del valle de Marin en lo que llamaban La Gran Casa, que Lonnie Frisbee llama luego la Casa de los Hechos (House Of Acts). Es ciertos que estos jóvenes cristianos venían de la contracultura y al llegar a la fe no dejan al principio del todo la droga, pero Ted Wise dice que “acordaron conformar su vida al libro de los Hechos de los Apóstoles como un guión a seguir estrictamente”.
La comunidad se dividió cuando empezaron a establecerse normas sobre el uso del tabaco, la división de tareas entre hombres y mujeres, pero sobre todo la influencia de un grupo sectario llamado El Camino Internacional que se lleva a dos de los matrimonios a su finca de Ohio, mientras otro va a trabajar entre jóvenes con la iglesia luterana para hacer un centro de rehabilitación y los Wise se relacionan con la Iglesia Bíblica Península de Palo Alto. Los encargados de la Posada del Alma (Soul Inn), el refugio que sirve de misión en San Francisco para el seminarista bautista Kent Philpott –ahora pastor de la iglesia bautista reformada donde estaban los miembros de la casa de Novato y el Salón de Estar de Haight– y el Hare Krishna convertido, David Hoyt –ahora casado–, vieron la necesidad de una casa donde llevar a los chicos que estaban en la calle.
CASAS DE ACOGIDA
Muchos de los jóvenes que llegaban a la misión se habían ido de casa y no tenían ya un hogar al que regresar. Ocupan entonces la Casa Grande de Novato y luego buscan una en San Rafael para chicas, que llamaron la Posada de Sion (Zion´s Inn). En unos meses abren otra en San Anselmo (Beracah), una en San José (Maranatha) y dos en Walnut Creek (Hogar para Su Gloria y la Casa de las Aguas de los Alto). Aunque la Posada del Alma tenía el apoyo económico de la entidad que mantenía el Salón de Estar llamada Preocupaciones Evangélicas –formada por pastores bautistas, el director de una radio evangélica, un abogado y un veterano encargado de una misión urbana–, las casas dependían para comer de donaciones y respuestas milagrosas a la oración, ya que tenían poco dinero.
Otra razón para fomentar la vida en común era la necesidad que los líderes veían de orden, disciplina y vigilancia para los recién convertidos. No eran centros de rehabilitación, pero algunos tenían adicciones y todos necesitaban enseñanza, tanto de la doctrina como de la conducta cristiana. Algunas llegarían a establecer una extensa lista de reglas y normas como la Casa del Redil o Aprisco (Sheepfold) de Milwaukee en Wisconsin. En ella se esperaba:
“La consideración de los hermanos de silencio antes de la hora de levantarse, a partir de las 11 de la noche; que la música sea agradable a Dios; consultar a los ancianos para ver si se pueden quedar visitantes por la noche; los chicos y las chicas se reúnen abajo, no en las habitaciones; mantener el cuarto limpio, uno mismo; ser responsable con los turnos asignados; comunicar a los ancianos donde estás en cada momento; solamente pueden fumar los invitados en el porche; hay que pagar el teléfono para llamadas personales; alabar al Señor en todo tiempo.”
Muchas de estas normas son habituales en cualquier lugar de convivencia, pero “el carácter cristiano” de muchas de ellas hace que fácilmente se caiga en el legalismo. No es extraño que varias de estas comunidades se conviertan en sectas por la autoridad y control de los “ancianos” y hay abusos incluso que se cometen en el ámbito sexual, así como la explotación del trabajo de sus miembros en diferentes negocios. No obstante, los miles de “comunas” de la Gente de Jesús que había en Estados Unidos, según el historiador Timothy Miller –autor de un importante estudio en 1999 sobre las comunas de los años 60– mantenían múltiples servicios sociales como centros de día, clínicas y escuelas. Pronto forman redes como la de Silo (Shiloh) en Oregón, que llega a tener 175 en todo el país.
LA RED DE SILO
Uno de los más importantes movimientos de la Revolución por Jesús son las “comunas” que nacen de los Centros de Avivamiento Juvenil Silo. Es el fenómeno más estudiado con el de los Niños de Dios. Silo nace de la Casa de los Milagros donde estaba Lonnie Frisbee cuando llega a la Capilla Calvario en el condado de Orange en California. El responsable de la casa era John Higgins. El soñaba con una red de comunidades cristianas autogestionarias. Chuck Smith veía las casas como una solución a corto plazo para los jóvenes que venían de la cultura de la droga, pero cuando en el verano de 1969 piden ayuda a Smith para evangelizar a los estudiantes de la universidad de Oregón en Eugene, Higgins va. Allí abre una casa al principio con el apoyo de la Capilla Calvario, pero luego dice que el Espíritu Santo le ha mandado establecer “comunas” fuera de California y se establece allí con la ayuda de la denominación pentecostal de la Iglesia de la Biblia Abierta y la Fraternidad de Hombres de Negocios del Evangelio Completo.
Higgins establece en Oregón la primera casa con el nombre de Silo –que es un título bíblico del Mesías, pero era también el nombre de la calle-. Le ayuda la sede local del Ejército de Salvación y no tarda en conseguir una segunda cuando un antiguo miembro de la Familia de Manson que se había convertido entra con otro en una comuna hippie y llevan a la fe a la mayoría de sus miembros. Se dedicaban a recoger fruta y verduras de granjeros que simpatizaban con esta buena causa y querían ayudarles.
En esa época Higgins dice que Dios le manda una visión. En ella distingue a “un hombre que sale de un edificio blanco del norte que va a unirse a ellos y ordenarle”. Al mes apareció un anciano de visita al grupo de Silo llamado Nick Gray, un tejano que llevaba en Oregón un Centro de Avivamiento Juvenil. Se pueden imaginar las expectativas cuando le preguntaron el color del edificio. Para su alegría, les dijo que lo acababa de pintar de blanco hacia dos semanas. Llamaron al centro, entonces, La Tierra (The Land).
Cada comuna de Silo tenía pastores y miembros. Entre los primeros había pastores “asistentes”, diáconos y a veces diaconisas. La distribución de las tareas dependía del género y todos entregaban los ingresos de los trabajos que hacían al centro principal, que distribuía el dinero a las diferentes casas para comida, ropa, mantenimiento, asistencia médica y una pequeña asignación individual. Para organizar todo esto, los dirigentes de Silo observaron cómo funcionaban los huteritas –una rama comunitaria de los anabautistas, que como los “amish” y los menonitas tiene su origen en la Reforma radical del siglo XVI–. Cuando el grupo crece en distintas partes del país, se establece una escuela bíblica para los nuevos miembros.¿CENTROS DE REHABILITACIÓN?
Todo esto a algunos nos recuerda el fenómeno que se produce con los centros de rehabilitación de drogadictos a partir de los años 80, que aparecen en España, Remar, Betel y Reto, extendiéndose por todo el mundo. Tienen su origen en los años 70 en Málaga con Daniel Del Vecchio. Nacido en Estados Unidos en 1932, este hijo de inmigrantes italianos llega a una iglesia pentecostal y comienza a predicar en Cuba y Méjico, donde hace campañas de sanidades. En el 64 viene a España y se establece en Torremolinos en el 68. Mi padre le conoció entonces haciendo cultos formales por la mañana para extranjeros y carismáticos por la tarde para españoles. A finales de los 70 abre el primer centro residencial de rehabilitación de drogadictos en Alhaurín El Grande, algo después de que se abriera una casa para jóvenes con problemas con la droga y la delincuencia en un pueblo de Burgos llamado Quintanadueñas, como iniciativa de unas comunidades de vida que nacen de una forma similar a la Gente de Jesús en Estados Unidos.
El músico uruguayo Luis Alfredo Díaz Britos llega a Burgos en 1973 con un pintor finlandés llamado Benito Manninen, que había conocido en Uruguay, donde sus padres llegan a una iglesia pentecostal. Tras grabar un disco de espirituales negros en su país, había hecho dos álbumes de himnos y canciones cristianas orquestadas en finés, cuando conoce la Revolución por Jesús. Impresionado por lo que estaba ocurriendo en California, piensa formar comunidades de jóvenes semejantes a la Gente de Jesús, cuando tres grupos de adolescentes tienen una experiencia de avivamiento en Burgos. Sus reuniones eran informales, sentados en el suelo de su taller al principio y luego en centros católicos. Se daban los dones carismáticos y se introduce la comunidad de vida con influencia menonita, pero el aspecto es totalmente “hippie”, nada que ver con las iglesias tradicionales.
No es sólo una cuestión de apariencia. Luis Alfredo introduce la creatividad que caracteriza la Revolución por Jesús. Sus canciones tienen letras sorprendentes, hay festivales de música folk y rock, inspirada por la fe cristiana, pero también grupos de teatro. La rehabilitación se centra a partir de 1977 en el pueblo de Quintanadueñas, donde llega José Gallardo, un seminarista católico que había llegado en Bruselas a una comunidad menonita. A raíz de lo que está ocurriendo en Burgos, aparecen comunidades en Santander y varias localidades de Cantabria. El arzobispado empieza a sospechar de su protestantismo y las iglesias evangélicas les piden que bauticen a los jóvenes y celebren la Santa Cena, en vez de participar de la Eucaristía católica. Su indefinición produce una serie de tensiones, que lleva a la marcha de Luis Alfredo a Barcelona en 1981, la integración de muchos en Burgos en una iglesia evangélica, así como en comunidades menonitas, mientras que la mayoría de los de Santander se quedan como católicos, siendo ahora algunos incluso curas.
¿POR QUÉ DESAPARECEN?
En 1973 aparecen en España también sectas nacidas de la Revolución por Jesús como los Niños de Dios. Llegó a haber en 1975 seis “colonias” en Barcelona, que es como ellos llaman a sus comunas, donde sí se practicaba el “sexo libre”. Y cuarenta “catacumbas” en Cataluña, que es como llamaban a los grupos que todavía no vivían en “colonias”. Las canciones y el aspecto podían ser similar, pero no tenían nada que ver con las comunidades de Burgos y Santander.
En Burgos y Santander la influencia era católica carismática, pero también pentecostal y menonita. La apariencia, el lenguaje y el estilo de música era mucho más radical que en el mundo evangélico, todavía muy tradicional en los años 70. Lo que falta es el énfasis escatológico, que tiene el movimiento en América, donde hay una auténtica obsesión por el Arrebatamiento como algo inminente.Lo que caracteriza también a muchas de las “comunas” que nacen de la Revolución por Jesús es su temporalidad. La mayoría han desaparecido. Quedan las menonitas y los centros de rehabilitación, pero apenas hay comunidades como la de Chicago que mantenga el nombre de Jesus People (Gente de Jesús) e incluso esa ha tenido recientemente escándalos de supuestos abusos de menores. La masacre de Jonestown en 1978 con la muerte de 923 personas del Templo del Pueblo con Jim Jones en Guyana hizo que todas las comunidades de vida quedaran bajo sospecha.
¿UNA OPCIÓN?
Como adolescente, yo me sentí muy atraído por las comunidades de Burgos y Santander. Tenían un aspecto alternativo que no se daba en el ministerio juvenil del ámbito evangélico. Su música era mucho más actual y arriesgada que la que todavía se hace incluso en iglesias pentecostales o carismáticas. El ambiente era más informal y su comportamiento impredecible. Su lenguaje y apariencia eran mucho más “mundanos”. Había una ambigüedad incluso sexual. Todo ello me producía una enorme curiosidad, pero había algo que nunca entendí de algunos de los responsables de las comunidades en Burgos, Madrid o Tarragona, donde se extienden y relacionan por medios como la revista Mostaza de Zaragoza.
Muchos de los líderes entonces, tenían un carácter tan fuerte e individualista que te extrañaba que insistieran en querer vivir en comunidad, cuando mostraban rasgos hasta asociales. Tenían mala relación entre ellos, pero además eran bastante difíciles de tratar. Yo no los juzgo, porque era igual que ellos, pero no entendía que, si la comunidad de vida no era más que una opción, porque empeñarse en ella. Siempre me intrigaba esta pregunta hasta que un día hablando con el teólogo peruano Samuel Escobar, que ha tenido siempre muchas simpatías por el anabautismo, me dijo: “¡Precisamente por eso!”.
Nuestros defectos hacen que precisamente insistamos en aquello de lo que carecemos. Es como si la conciencia continua de nuestros fallos y debilidades nos hiciera darnos cuenta de que no somos todavía lo que deberíamos ser. Y si el poder de Dios se muestra en nuestra debilidad” (2 Corintios 12:9), ¿no es eso otra señal del misterio de Su Gracia, que obra cuándo quiere y cómo quiere de la forma más sorprendente?
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Estudio escrito en Madrid por José de Segovia el .
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