Reseña

Klopka: La trampa de Srdan Golubovic

En realidad, la imposibilidad de pagar la operación de un hijo que preside el tráiler comercial, no es sino una escusa para describir un desastre moral

Klopka: La trampa de Srdan Golubovic

Modificado el 2011/12/11

La imposibilidad de pagar la operación de un hijo que preside el tráiler comercial, no es sino una escusa para describir la precipitada caída moral de un hombre al más puro estilo de Dostoievski. Lo que queda claro al final de la película es que todos somos capaces de mostrar virtud siempre y cuando las circunstancias nos ayuden.

LAS CIRCUNSTANCIAS DE LA PELÍCULA

Durante 1999 las fuerzas yugoslavas se habí­an estado enfrentando por un lado a los ejércitos de la OTAN y por otro a los grupos guerrilleros albaneses. No hace falta decir que los bombardeos y las limpiezas étnicas no habí­an pasado desapercibidas por la población civil. A pesar de ello el cine servio, encabezado principalmente por Emir Kosturika, describí­a al mundo entero un panorama muy alejado de esa realidad.

′Yo he tratado de presentar un cuadro realista′ -declaraba el director Srdan Golubovic en una entrevista-. ′Mi pelí­cula no forma parte de una corriente de cine serbio. Las pelí­culas serbias suelen ser muy divertidas y están cargadas de humor, incluso cuando no son comedias. Klopka es una pelí­cula brutal y creo que el ambiente depresivo de la pelí­cula corresponde a la realidad de Servia′.

′¿Le parece gracioso?′ -le pregunta muy serio Mladen, al sonriente dependiente del banco que le está negando el crédito que podrí­a salvar la vida de su hijo. ′Lo siento′ -le contesta amablemente el dependiente- ′pero si alguien ve que no sonrí­o mientras hablo con un cliente podrí­an despedirme. Es un banco extranjero y estas son las normas... un asco tí­o′ -añade con los ojos bajos y una enorme sonrisa forzada-.

¿Cuál es el valor de una vida? Como apunta un siniestro personaje de la pelí­cula, la vida no sólo tiene un precio especí­fico en Serbia. Tras los atentados del 11 de septiembre en las Torres Gemelas el gobierno de Estados Unidos indemnizó a las familias de las victimas proporcionalmente a la remuneración que habí­an obtenido en sus trabajos. El valor de la vida del hijo del protagonista de esta pelí­cula es exactamente de 26.000€, que es lo que cuesta en Berlí­n la operación que le podrí­a salvar la vida.

Los graznidos de los cuervos presiden escenarios grises y húmedos. Los músicos de la banda que trata de animar el Hotel Moscú parecen espí­ritus a punto de la congelación. En medio de una sociedad corrupta los pequeños empresarios o los médicos conducen coches de hace treinta años mientras que otros gastan 30.000€ en simples marcos para cuadros.

EL RIESGO DE LA DECISIÓN

Las idí­licas imágenes de familia feliz del principio de la pelí­cula se ven drásticamente truncadas cuando el niño cae enfermo. En medio de la angustia de unos padres por la incapacidad de conseguir el dinero para la operación un desconocido le hace una propuesta al padre. En nombre de una organización secreta y patriótica le ofrece 30.000€ a cambio de un asesinato: una vida, a cambio de otra.

En parte por cobardí­a y en parte para proteger a su familia el protagonista guarda la oferta en secreto. Su esposa, Marija, siempre le habla en plural, contando con él como cómplice de una causa común, pero él -ante las dificultades- se aí­sla en sí­ mismo y se hace ví­ctima de sus mentiras y de sus propias torpes decisiones. Su patetismo se abre paso a través de la primera impresión de hombre bueno con la que habí­a impresionado al espectador y también a la esposa de la persona a la que tiene que matar.

La culpa y la frustración poseen y paralizan la vida de Mladen. ′La pelí­cula es en realidad sobre una deuda y sobre el pago de esa deuda′ -afirma Srdan Golubovic-. La cara serena e impasible del protagonista se altera sólo por los moratones y heridas que va acumulando durante la pelí­cula. Al final su aspecto es monstruoso y hasta el más calmado espectador desearí­a que alguien acabase con su vida.

Todaví­a cuando entre lágrimas se sincera con su mujer, oculta detalles importantes: ′Cuando era pequeño -le confiesa casi al final-, deseaba..., pensaba que la vida era como en las pelí­culas, que puedes pararla y rebobinar cuando quieras, y empezar desde cero de nuevo, o desde donde quieras...′.

No es casualidad que la única habitación blanca, la única habitación realmente iluminada y blanca de la pelí­cula, sea el escenario escogido para un terrible descubrimiento al final de la pelí­cula: ′Pensaba -dice la mujer, destrozada por lo que acaba de oí­r- que si alguna vez habí­a conocido a un buen hombre, ese eras tú,... el único′.

EL ALCANCE DEL PERDÓN

Si pudiésemos guardar en formol nuestros ideales podrí­amos llegar a concluir que somos buenos por naturaleza. Pero lo cierto es que esos ideales son tarde o temprano enfrentados a la decisión, y cuando son puestos a prueba, cuando es necesario que actuemos conforme a ellos, no hay manera de evitar verlos caer sobre sí­ mismos. Con sus ideales en formol Pedro podí­a llegar a prometerle a Jesús acompañarlo hasta la muerte, pero -como le advirtió su maestro- en la práctica le negarí­a hasta tres veces en pocas horas.

La trampa en la que caen muchos como el director Srdan Golubovic es pensar que ese desorden del comportamiento es culpa de las circunstancias. Es cierto que son las circunstancias las que ponen al descubierto la realidad, el engaño, pero no son las circunstancias las que lo causan.

′No hay justo, ni aun uno′ -dice repetidas veces la Biblia-. Es por eso, que si existe alguna esperanza, no es en que vayamos a ser juzgados conforme a nuestras buenas intenciones o a nuestras consecuentes decisiones. Pues de otra forma estarí­amos completamente perdidos. Si existe alguna esperanza es precisamente porque nuestra salvación depende de aquel que sí­ es capaz de perdonar nuestras decisiones.

′Por que de tal manera amó Dios al mundo′ -escribirí­a más tarde el apóstol Juan- ′que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creí­do en el nombre del unigénito Hijo de Dios.′

′Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.′ (Juan 3,16)


Reseña escrita en Barcelona por el .


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