Estudio

S-21: El terror de los jemeres rojos

Los cuatro años que duró el régimen de los jemeres rojos (1975-1979) en Camboya, el dictador Pol Pot acabó con la vida de casi dos m

S-21: El terror de los jemeres rojos

Modificado el 2009/09/01

Los cuatro años que duró el régimen de los jemeres rojos (1975-1979) en Camboya, el dictador Pol Pot acabó con la vida de casi dos millones de personas -más de un cuarto de la población del país-. En un sistema paranoico que veía enemigos en todas partes, cualquier indicio de disidencia bastaba para ser encarcelado en la Prisión de Seguridad S-21, un antiguo instituto convertido en campo de exterminio. Sobre él habla una película, publicada ahora en DVD, cuyos protagonistas son los auténticos carceleros y supervivientes del S-21, que hablan abiertamente de sus experiencias en aquel infierno. Un escalofriante y necesario testimonio de la capacidad de mal que hay en el hombre, que ha recibido el Premio al Mejor Documental de Cine Europeo.

Antes de la guerra Cambodia era un paí­s independiente y neutral, con una población de 7,7 millones de habitantes. En 1970 hubo un golpe de estado contra el prí­ncipe Sihanouk. A causa de la guerra del Vietnam, llegan los bombardeos norteamericanos y se produce una guerra civil, muriendo seiscientas mil personas. Al vencer los jemeres rojos en 1975, se desplaza la población, siendo muchos ciudadanos expulsados. Se cierran las escuelas se abole la moneda y se prohí­ben las religiones. Llegan los campos de trabajo, la vigilancia, el hambre, el terror y las ejecuciones.

En cuatro años de dictadura, los jemeres rojos lograron destruir la vida de tantas personas en Camboya, que prácticamente no hay nadie que no tenga un familiar o conocido que no haya sido objeto de vejaciones, torturas, reclusiones, violación u asesinato. Una barbarie histórica de la que se ha hablado bastante poco, comparado con otros genocidios del siglo XX. Todo esto ocurrido además, hace poco más de veinte años.

TERROR ABSOLUTO

La pelí­cula de Rithy Pahn nos acerca a este terror absoluto. El centro S-21 era una auténtica picadora humana, un agujero infecto, donde individuos eran hacinados, recluidos en condiciones infrahumanas, en un infierno de privaciones y maltratos. Se calcula que al menos 14000 personas fueron encarceladas y asesinadas entre sus paredes. Sus interrogatorios no eran más que una manera de denunciar a otros y dar una causa para un informe que cumpla con la parodia de justicia revolucionaria del Angkar. La crueldad de los torturadores era tal, que prometí­an la libertad a aquellos infelices, para acabar finalmente destruyéndolos (no simplemente matándolos, como dice una de las victimas), siendo tratados como animales, mucho antes de ser degollados, después de recibir un golpe en la nuca.

Esta crónica de una desolación y desesperación total, expone las heridas que aún no han dejado de sangrar en un paí­s asolado, prácticamente desde la guerra del Vietnam. S-21, la máquina roja de matar, no es sólo la mejor pelí­cula de Panh, sino posiblemente uno de los mejores retratos del mal que ha dado el cine a lo largo de su historia, como dice el crí­tico Alejandro Calvo.

TESTIMONIO INSOLITO

Este documental pone delante de las cámaras a torturadores y torturados, haciéndoles entablar un diálogo imposible. Su conversación tiene un ritmo extraño, violentamente silencioso, atonal e inexpresivo. Los maduros torturadores -que durante el régimen no eran más que jóvenes entre 14 y 22 años, adoctrinados para aniquilar como asesinos salvajes- explican con rostro impenetrable las múltiples vejaciones que practicaban a hombres, mujeres y niños, despersonalizados como ′enemigos′, que no eran considerados ya como seres vivos.

Su representación llega al extremo diabólico de escenificar su conducta, en el mismo escenario donde sucedieron los hechos (ahora convertido en Museo del Genocidio), en un teatro de la crueldad inenarrable. Nos adentra así­ en el horror padecido por aquellos reclusos, utilizando únicamente la palabra y los gestos en unos espacios vací­os, rodeados de informes y viejas fotografí­as en blanco y negro de los desaparecidos. El resultado no puede ser más aterrador...

Vemos como en las antiguas celdas, ahora parajes desolados, los celadores de entonces gritan, golpean, insultan y representan la muerte misma de sus ví­ctimas. Es como si hubiera un extraño mecanismo en su interior, que activado de forma natural, les arrancara la humanidad que se les presupone, para convertirles en auténtica máquinas de matar, sin inmutarse lo más mí­nimo, ni pararse a explorar las causas.

ES PELIGROSO ASOMARSE AL INTERIOR

Si semejante realidad nos resulta incomprensible, es porque desconocemos todaví­a el verdadero rostro del mal. Cuando lo vemos así­ retratado, nos resulta tan abominable e insoportable, que uno desearí­a no haberlo visto nunca. Esta pelí­cula nos asoma al horror de lo que parece el fin de la humanidad, al que uno no logra dar sentido. Así­ el catedrático de budismo de la Sorbona, Franí§ois Bizot, hijo de un prisionero de los jemeres rojos, recuerda la experiencia de su padre en el libro El Portal (RBA, Barcelona, 2006) y se pregunta cómo es que su carcelero ′no era un psicópata, sino un hombre normal, ¡lo que es mucho más terrible!′

′Engañoso es el corazón′, dice el profeta Jeremí­as, ′más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?′ (17:9). Nadie se cree capaz de hacer semejantes cosas, pero este documental nos enseña que cualquiera puede llegar a hacer lo mismo, dadas las circunstancias. A todos nos parece tener un corazón de oro, pero uno no puede menos que asustarse de lo que puede llegar a hacer en ciertas ocasiones. Es peligroso asomarse al interior′ La capacidad de crueldad -incluso de las personas más pací­ficas-, es inimaginable, como demuestran esos sucesos en los que individuos pusilánimes estallan de repente en una explosión de violencia sin precedentes.

¿De dónde viene esa maldad?, sino de nuestro propio corazón. ′Serí­a maravilloso que Hitler y su camarilla de paranoicos fueran extraterrestres′, dice Javier Cercas, ′porque estarí­amos salvados′. Pero ′no es posible′, dice el escritor. ′La enfermedad′, como dice un poeta de posguerra que cita al comienzo de su novela La velocidad de la luz, ′no estaba en Alemania, estaba en el alma′. La sociedad ilustrada europea nos lleva hablando durante siglos de la bondad natural del hombre, pero sigue siendo incapaz de explicar el misterio del mal.

¿UN NUEVO DUCH?

Hasta el pasado 17 de febrero, nadie habí­a sido juzgado por semejante genocidio, que acabó la vida hace treinta años de dos millones de personas. Al principal torturador de los Jemeres Rojos, Kaing Guek Eav, se le conoce por el sobrenombre de Duch. Era el principal responsable de la prisión S-21. A sus 66 años, Duch se confiesa ahora culpable de los delitos por los que se le acusa de crí­menes de guerra, tortura y homicidio. Tras escuchar los testimonios de algunas de sus ví­ctimas, pidió entre lágrimas que se le impusiera ′el castigo más severo posible′, que en su caso sólo puede ser una pena máxima de cadena perpetua.

Tras huir a China, Duch se hizo profesor de lengua. Al volver a Camboya estuvo enseñando matemáticas con una identidad diferente. Unos periodistas de la Far Eastern Economic Review lo encontraron el año 99, después de estar veinte años desaparecido. Trabajaba como asistente médico en un campo de refugiados norteamericano, al norte de Camboya. En el reportaje publicado entonces, reconocí­a ya su participación en torturas y asesinatos. Aunque ahora lo ha hecho públicamente, con lágrimas en los ojos, ante el Tribunal Internacional que le juzga, después del testimonio de una mujer que perdió a su marido y cuatro hijos, en el campo de exterminio de Choeung Ek, a las afueras de la capital.

Parece que después de morir su mujer asesinada por un grupo de bandidos en 1995, Duch se convirtió del budismo al cristianismo evangélico por medio de un pastor camboyano, que estuvo en Estados Unidos, pero trabajaba como misionero en Battambang para la Golden Christian West Church. El suyo parece que no es un caso aislado. Según el periódico The Observer dos mil Jemeres Rojos se habrí­an convertido a Jesús, ya el año 2004.

CUANDO NO BASTA DECIR ′LO SIENTO′

La conversión cristiana se basa en el arrepentimiento y la fe, pero ′¿qué vas a perdonar, si uno no es culpable de nada?′, afirma uno de los supervivientes, en el documental. La lógica de su testimonio es incontestable: ′Nos dicen que lo olvidemos, que eso es el pasado, pero ¿cómo vamos a perdonarles?, si ellos no reconocen su responsabilidad′.

El arrepentimiento es mucho más que decir ′lo siento′. Hablar de perdón por lo tanto en la memoria histórica, sin enfrentar los errores del pasado, es huir de la realidad. No se puede experimentar la alegrí­a del perdón sin sentir el peso de la culpa. La esperanza cristiana nos muestra el asombro de la gracia de Dios, cuando dejamos de excusarnos a nosotros mismos y nos enfrentamos a nuestra maldad, como hace Duch.

No es una gracia barata. Tiene un precio inmenso: ¡La cruz del Señor Jesucristo! ¿Cómo puede el Juez justo, declarar como justo, a aquel que es injusto? Esta es la pregunta que se hace el apóstol Pablo escribiendo a los Romanos: ¿Justifica Dios al malo? Tales palabras indignan el oí­do humano, pero ¡ese es el escándalo del Evangelio! Por la justicia y el castigo de Otro, ′Dios declara inocente al malo, aunque no haya hecho nada para merecerlo, porque Dios le toma en cuenta su confianza en él′ (4:5). Para el que se justifica a sí­ mismo, esto es intolerable, pero para el que reconoce su maldad, no hay mejor noticia que esta: Si Dios salva en Cristo, somos salvos por medio y a través de él, a pesar del mal que hayamos hecho. Es aquí­ donde el cristianismo se separa de todo moralismo. La buena noticia para Duch, es una mala noticia para aquellos que se consideran buenos y justos. Los que reconocemos sin embargo la oscuridad de nuestro corazón, nos aferramos a esa bendita Cruz y nos asombramos de la maravilla de su gracia.


Estudio escrito en Madrid por el Hasta el día de hoy esta página ha tenido 1 comentarios.


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freddy Rodriguez, .república bolivariana de Venezuela comentó lo siguiente: "José de Segovia me parece que su comentario es tan sencillo y claro, ese es nuestro Dios, fiel y justo para perdonar. Le felicito Don José" (2019-01-02 01:35:11)



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