Elecciones de Brasil
Los brasileños acudirán el próximo domingo a las urnas en unas elecciones envueltas en un inédito clima de tensión. Foto: EFE

Los brasileños acudirán el próximo domingo a las urnas en unas elecciones envueltas en un inédito clima de tensión, alimentado por las dudas que ha sembrado el presidente Jair Bolsonaro acerca de si reconocerá la eventual derrota que le vaticinan todas las encuestas.

Los ataques del líder de la ultraderecha contra el sistema electoral han sido crecientes desde que asumió el poder en 2018 y el propio Bolsonaro, con declaraciones ambiguas, ha azuzado el fantasma de un golpe de Estado.

«La historia se puede repetir», advirtió Bolsonaro el pasado 7 de septiembre, durante un discurso con motivo del Día de la Independencia, después de ennumerar varias fechas históricas, algunas de ellas alusivas a levantamientos militares y al golpe de Estado de 1964.

Ese día, numerosos seguidores y corifeos le pidieron en un multitudinario mitin impulsar una intervención militar, clausurar el Parlamento y destituir a los jueces del Supremo.

Él, lejos de desautorizar estos exabruptos, los ha amparado en el marco de la libertad de expresión.

Unas instituciones fuertes

Según analistas consultados por Efe, la posibilidad de que Bolsonaro no reconozca el resultado de las elecciones no se puede descartar, ni tampoco el riesgo de que se trate de emular el asalto al Capitolio de Estados Unidos, que protagonizaron los seguidores del entonces presidente Donald Trump en 2021.

Elecciones de Brasil
Carteles que tildan con una imagen del actual presidente de Brasil y candidato a la reelección, Jair Bolsonaro, tras unas rejas. Foto: EFE

«Las democracias comienzan a morir cuando los políticos cuestionan el sistema electoral y cuando se atacan las instituciones democráticas. Trump lo hizo y Bolsonaro no está distante. Sus ideólogos son los mismos», comenta Paulo Ramírez, profesor de la Escuela de Sociología y Política de Sao Paulo.

Hasta el momento, según este analista, las instituciones brasileñas han conseguido «neutralizar» todos los ataques al sistema electoral que han partido del bolsonarismo.

El Parlamento rechazó recuperar el voto impreso, como pedía Bolsonaro en el marco de una campaña de descrédito de la seguridad de las urnas electrónicas, a pesar de que nunca se detectó un fraude desde que se introdujeron en el país en 1996.

El Tribunal Electoral, asimismo, ha introducido cambios en el sistema de recuento de votos en aras de la transparencia, para evitar la posibilidad de cualquier cuestionamiento por parte de los militares, que por primera vez se han inscrito como observadores del proceso electoral.

La oposición de la sociedad civil a los ataques de Bolsonaro también ha sido firme y se ha plasmado en manifiestos a favor de la democracia, que han sido respaldados por asociaciones empresariales, universidades, grupos sociales e incontables personalidades.

¿Es posible un golpe?

Esta resistencia civil muestra el «fracaso» del bolsonarismo en su apuesta por ampliar el respaldo social a su campaña contra el sistema electoral, apunta Carlos Machado, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.

Y para que prospere un golpe, «es necesario el apoyo de la sociedad, no solo de los militares».

No obstante, según este analista, «el único miedo» reside en que esas ideas sí han calado en el núcleo duro del bolsonarismo, en especial en grupos organizados del sector de seguridad, tales como militares, cuerpos policiales y grupos armados ilegales que controlan numerosas favelas de Río de Janeiro.

Los militares podrían tratar de apoyar a Bolsonaro para defender los privilegios y los cargos públicos que han obtenido en los últimos cuatro años.

Pero también les podría interesar «abandonar el barco» del líder de la ultraderecha para evitar un mayor desgaste en la imagen de la institución.

Una campaña manchada por la violencia

El riesgo más palpable, para los analistas, es que el alto nivel de crispación derive en nuevos episodios violentos, tales como los dos asesinatos políticos que se han conocido en el país en los dos últimos meses, una situación inédita en elecciones pasadas.

En ambos casos, los crímenes fueron perpetrados por seguidores de Bolsonaro, que mataron a votantes del principal candidato opositor, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Y a pesar de que todas las encuestas favorecen a Lula, Bolsonaro no duda en seguir tensando el ambiente al extender un manto de sospecha en relación a cualquier resultado que no le sea favorable en las urnas el próximo domingo.




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