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OBITUARIO

Gabino Díaz Merchán, el obispo al que la Guerra Civil dejó sin padres

El que fuera el obispo más joven de Europa hizo carrera en la curia arzobispal sin pretenderlo. Sus ideas abiertas y modernas ayudaron a llevar a la Iglesia el espíritu conciliador de la Transición.

15 junio, 2022 02:45

La vida de Gabino Díaz Merchán, arzobispo emérito de la diócesis de Oviedo, fallecido a los 96 años este martes en la capital asturiana, estuvo llena de pequeños y grandes sobresaltos. Y nadie lo diría, porque respiraba e inspiraba tanta tranquilidad como las aguas mansas de las lagunas de Villafranca de los Caballeros (Toledo), en las que se bañó de niño.

Don Gabino 'El Bueno', como se le conocía en Oviedo —'El Malo', según el acervo popular, era el entonces alcalde de la ciudad, Gabino de Lorenzo (PP)—, nació en Mora de Toledo en 1926. Allí la vida le sorprendería con la más terrible de las tragedias. Cuando apenas tenía 10 años, un asfixiante 21 de agosto de 1936, sus padres eran asesinados por un pelotón de milicianos. La guerra fratricida puso un crespón negro sobre la vida de aquel niño; un gigantesco luto más grande que él y su hermana Paz juntos.

No le gustaba hablar de dicho episodio. Y, si lo hacía, con su bonhomía reconocida, transformaba el mazazo de odio en un hecho digno del mayor de los perdones.

El arzobispo emérito de la diócesis de Oviedo, Gabino Díaz Merchán.

El arzobispo emérito de la diócesis de Oviedo, Gabino Díaz Merchán. iglesiadeasturias.org

El padre Ángel, gran admirador del prelado toledano, escuchó de viva voz lo que sucedió en el cementerio de Orgaz (Toledo) en la noche de autos. "Mi padres, Gabino y Paz, fueron conducidos al cementerio de una localidad próxima. Allí mi madre vendó los ojos de mi padre y le mantuvo firmemente cogido del brazo, de espaldas al piquete él, mientras ella, mirando al pelotón, gritó: ¡Viva Cristo Rey!".

Gabino Díaz, militante del Partido Republicano Democrático, no había hecho nada malo, salvo fiar a quienes iban sin dinero a su tienda de ultramarinos. Pero no debía de ser suficientemente republicano para quienes le quitaron la vida por orden del dirigente comunista local. Su mujer, Paz Merchán, con tanto carácter como religiosidad, tampoco había cometido delito alguno. Prefirió acompañar a su marido y dejar en casa a sus dos hijos, aunque presumía lo que podía pasarles. Ambos están en proceso de beatificación en Roma.

"Terminada la guerra, en la parroquia, los sacerdotes me ayudaron a descubrir la importancia de mantener la paz interior perdonando a los que nos habían hecho tanto mal. Por ello, puede ser útil aportar mi testimonio personal", confesó Díaz Merchán hace unos años.

Pero los sobresaltos no acabarían aquí para el niño con cara de no haber roto un plato en su vida. Huérfano, encontró refugió en casa de unos tíos en Campo de Criptana (Ciudad Real), Timoteo y María. Allí vivió otro episodio novelesco, impensable en estos tiempos pero muy común en aquella España del 36 con asesinatos en las calles y muertos en el frente.

Fue seguramente la única vez en su vida que Díaz Merchán portó un arma; dos, para ser más precisos. Tenía 11 años. Al acompañar a un mitin a un pariente suyo, Manuel Rey Merchán, dirigente local de la FAI-CNT, sus guardaespaldas utilizaron el gabán del pequeño para poder pasar al local dos pistolas protectoras como dos ángeles.

El que acabaría siendo, con 39 años, el obispo más joven de Europa, al ocupar la diócesis de Guadix-Baza en 1965, sentiría más adelante la presión de las pistolas. Por cierto, Rey, el primo mayor y politizado de Díaz Merchán, aunque nunca fue beatificado, utilizó su posición anarquista para salvar a muchas familias pudientes de la comarca, entregándoles por compasión el carné y salvoconducto de militantes de la CNT. 

Gabino Díaz Merchán.

Gabino Díaz Merchán. Efe

Gabino Díaz Merchán hizo carrera en la curia sin pretenderlo, gracias a su carácter fiable, a su ausencia de ambición y a una inteligencia guardada entre algodones de la que no alardeaba. Sólo cuatro años después de ser nombrado obispo de Guadix-Baza, en 1969 fue ascendido a arzobispo de Oviedo, sustituyendo a su gran padrino, Vicente Enrique y Tarancón, un cardenal de ideas abiertas, inadmisibles para el franquismo mortecino de finales de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado.

Díaz Merchán escuchó de cerca los gritos de Tarancón al paredón, con Franco agonizante. Fue el espíritu de Tarancón el que acabó aupando a Merchán a la presidencia de la Conferencia Episcopal Española.

El día en que fue elegido presidente de los obispos vivió el tercer gran sobresalto de su vida, después del asesinato de sus padres y del episodio de las pistolas en el teatro de Campo de Criptana. El 23 de febrero de 1981, a la hora en que el teniente coronel Tejero entraba pistola en mano en el Congreso de los Diputados, la asamblea de obispos de España elegía como presidente a un prelado que ni era de izquierdas ni de derechas, sino simplemente un hombre tolerante.

Bien sabía que si el golpe militar cuajaba, él no lo iba a tener fácil, como le ocurrió a su antecesor. Por si fuera poco, los mineros asturianos, aguerridos y con fama de comecuras, sentían admiración por don Gabino 'el Bueno'.

En Mora de Toledo estaban convencidos de que si el niño huérfano había sido arzobispo con 43 años y luego presidente de los obispos, podía llegar a Papa. De hecho, circuló una leyenda según la cual a finales del siglo XX el Papa de Roma procedería de un lugar con mucho aceite, porque una paloma descrita por Nostradamus llevaba en el pico una rama de olivo. Mora, el pueblo del prelado fallecido, es una de las grandes comarcas oleícolas de España.

Pues no, don Gabino ni llegó a Papa ni a cardenal, el galón siguiente al de arzobispo, seguramente porque los vientos cambiaron en el Vaticano: de la brisa templada del Concilio Vacticano II se pasó al frío polaco, con Juan Pablo II.

Gabino Díaz Merchán, pese a nacer en 1926, fue un hombre moderno hasta el final. Con su edad, era el más tecnológico de todos los obispos eméritos y por encima de muchos en activo. 

Este martes por la tarde, tras sufrir un largo proceso infeccioso, murió en Oviedo el niño de Mora de Toledo que nunca entendió el asesinato de sus padres. Sin embargo, tal saqueo vital sufrido a los 10 años le inmunizó contra cualquier extremismo: "La exaltación de una de las partes contendientes en la Guerra Civil con el apelativo de Cruzada fue un desacierto, pues en realidad fue una contienda fratricida", escribió en 1986. ¡Fratricida! A él se lo iban a decir, que lo vivió en sus propias carnes.

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