Estabas enamorado de Hyuro y no lo sabías

El 19 de noviembre falleció en Valencia a los 46 años la famosa artista urbana más desconocida del mundo, Tamara Djurovic, que firmaba sus obras como Hyuro.

'Education', en el Puerto de Sagunto

Hyuro

Lo reconozco, yo tampoco la conocía. Pero ahora que la hemos perdido he descubierto que fue ella, Tamara Djurovic, Hyuro, la autora del un mural con el que me cruzo cada día en la calle Embajadores de Madrid. En el muro hay un hombre y una mujer sin cabeza, frente a frente. Un hombre y una mujer casi sin tocarse pero a punto de hacerlo, muy despacio. Un hombre y una a mujer punto de cogerse de las manos para abrazarse, para bailar o para despedirse. No lo sé. No puede saberse. Pero sea lo que sea, van a hacerlo despacio. La pared está llena de humedades y la pareja viste como dos personajes de Berlín años 30. Aunque también podría ser Viena o Buenos Aires. La imagen se llama 'Reciprocidad' (ahora lo sé) y me interpela poderosamente con su intimidad grandiosa.

'Igualdad', en Lavapiés

Hyuro

Ese muro siempre me ha emocionado. Su presencia es uno de los motivos por los que pese a la gentrificación y la marginalidad –ese paradójico haz y envés de este puñado de calles– sigo viviendo en Lavapiés. Su presencia me reconforta, me intriga y me hace sentir despierta. También es cierto que como todo lo cotidiano, como todo lo que das por sentado (como el oxígeno o el amor de algunas personas) a veces paso por al lado y no me estremezco. A veces voy a llevar el reciclaje al contenedor y lo veo sin verlo. Nadie vive en permanente éxtasis stendhaliano: a veces sólo corres para coger el autobús. Pero por debajo, secretamente, cada vez que me cruzo con él en la carrera diaria hacia el colegio de mis hijas –con ellas de la mano, haciéndome sentir real y enraizada–, esa pareja me está hablando del acto de reconocerse y tocarse. Me hablan, lo oiga o no, sobre el milagro de la reciprocidad.

A raíz de su trágica pérdida he querido saber más sobre Hyuro –que para mí era como si acabara de nacer– y he descubierto que además de a la vuelta de mi casa, tenía murales en Rávena, Bonn, Bergen, Poggibonsi, Cardiff, Arizona, Monterrey, Moscú, Valencia, Santander, Albacete, Dunedincasi todos de temática feminista, casi todos protagonizados heroínas anónimas que, desprovistas de identidad, llevan el peso de la vida y los cuidados sobre ellas; casi todos de una ambigüedad melancólica, casi todos con figuras sin cabeza, o enmascaradas, dando a menudo protagonismo al vestido (al hato, al ajuar, al atavío) como si fueran cuerpos planos llenos de significado.

He sabido que Hyuro es una de las pocas mujeres de la escena internacional de muralistas urbanos y la más conocida dentro de ese microcosmos que es “el mundillo”, pero su rol público siempre fue elusivo, por no decir inexistente.

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En la era del selfie y la híperpresencia, Tamara Djurovic se escondía de las cámaras (el suyo también era un rostro emborronado y misterioso) y sólo la entrevemos en alguna foto de espaldas o de perfil, con un sombrero que la ensombrece, encaramada a grandes grúas, y concentrada en sus pinceles, capaz de llevar el carácter despojado y desvaído de sus acuarelas a la magnitud de un muro medianero o de un edificio de 30 metros.

En 2018 pintó en la fachada de un edificio de Belo Horizonte, en Brasil, un vestido colgado de una percha. Sólo eso. Y tituló su obra 'What Remains' (Lo que queda). En su perfil de Facebook explica: “La imagen representa el vacío ante la pérdida de toda mujer que se ha enfrentado a la necesidad de provocar un aborto clandestino. Lo que queda. La percha simboliza ese tipo de instrumentos domésticos con los que se siguen realizando abortos domésticos. El vestido no tiene fin, continúa debajo del edificio y seguirá hasta que la ley que prohibe el aborto no cambie”.

'What Remains' (Lo que queda)

Hyuro

Es más fácil averiguar lo que pensaba siguiendo sus redes que por sus declaraciones, ya que tampoco concedía apenas entrevistas. Sólo he podido encontrar una en Juxtapoz, una revista de arte de San Francisco. En esa misma publicación le dedicaron un emocionado obituario, sólo dos días después de su muerte, con el titular: “RIP, Hyuro, una fuerza pionera y una voz poética en el arte callejero y contemporáneo”, donde su autor, el director de la revista, Evan Pricco, la define como “un espíritu rebelde, observadora social, filósofa, madre, siempre mordazmente divertida, apasionada y curiosa, atemporal cuando miraba al futuro. Tamara era una pintora increíble que siempre se cuestionaba a sí misma de la mejor manera posible (…). Era capaz de diseccionarlo todo hasta extraer de lo que había observado una obra de arte cruda, que era a la vez una extensión de sí misma. (…) Hyuro era el espíritu más original que he conocido en el arte, y me hizo un escritor y observador más apasionado”.

Con los pocos datos que tenemos de su vida podemos concluir que nació en Argentina en 1973, que se mudó a España para hacer un doctorado en 2005, a Valencia, donde se acabó quedando; y que era madre. En la entrevista con Juxtapoz explicaba que pintó su primera pared exterior “en el verano de 2010. En esa época estaba dando clases de arte para niños, así que cuando empecé a pintar estas paredes no tenía ni idea de las posibilidades o las oportunidades que traerían: los viajes, el crecimiento y cómo me permitiría compartirme con el mundo”.

Su especial vínculo con la capital del Turia ha hecho que la Comunidad Valenciana sea una de los territorios con más densidad de Hyuros. En 2018, a raíz de la sentencia sobre “La Manada” que despertó una ola de indignación feminista en todo el país, pintó en Villa-Real un impactante mural que tituló 'Patriarcado', con el torso de un juez (su túnica y sus manos cruzadas) simbolizando la (in)justicia patriarcal.

'Patriarcado'

Hyuro

Otro de sus murales más carismáticos y combativos está en La Punta, un barrio histórico del sur de Valencia, conocido por sus tradicionales huertos, que ha sufrido el acoso urbanístico y administrativo, donde pintó a una mujer-guerrillera que lanza tomates para defender su tierra.

También en Valencia, pero en el Cabanyal, la artista homenajeó a la divulgadora científica y urbanista feminista Jane Jacobs con un mural enmarcado dentro del proyecto Mujeres de Ciencia de la Universidad Politécnica de València y Las Naves. Otra de sus grandes obras, que todavía se conserva intacta es 'Education', en el Puerto de Sagunto. Ubicado en el colegio público Mediterráneo, este mural muestra a un niño sosteniendo en su espalda el peso de una mesa, que lleva a cuestas como si fuera una gran mochila. En palabras de su autora, la obra habla del sistema educativo actual, que “ni fomenta la curiosidad, ni la creatividad, ni la motivación que todo niño lleva dentro”.

En Madrid, además de 'Reciprocidad', en el Puente de Vallecas encontramos la inquietante 'Contradiction', que en palabras de su autora habla “sobre las contradicciones internas con las que vivimos. Un estado constante de negación y aceptación de quién somos y qué queremos ser que nos impide comprender lo que realmente somos”.

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Guillermo de la Madrid, del colectivo Madrid Street Art Project, estuvo en contacto con ella en la realización de ambos murales y la recuerda “como una mujer especial que transmitía mucha fuerza. Siempre con las ideas muy claras. En 2015, cuando la Junta de Distrito Centro nos propuso hacer un proyecto alrededor de la igualdad de género, enseguida pensamos en ella porque nos encantaba su forma de trabajar, tan alegórica y poética, nada evidente. La verdad es que el mundo del arte urbano todavía está impactado por su pérdida”.

Entrar en la página web de Tatiana Djurovic garantiza una sucesión de asombros. Tiene trabajos en Argentina, Brasil, Estados Unidos, Marruecos, Túnez, Bélgica, Italia o Nueva Zelanda, pero probablemente uno de los más conocidos (o de los que a mí más me impactan) sea el que pintó en Aberdeen (Escocia) en 2018 y que tituló 'An affective bond' (El vínculo afectivo), en el que dos mujeres unidas por sus blusas tratan de separarse en mitad de una violenta (e infructuosa) pelea en la que se agarran a la vez que se empujan. Según explica la propia Tamara Djurovic en su perfil de Facebook, “la imagen está inspirada en la -conflictiva- unión histórica entre Escocia e Inglaterra”, pero va más allá, ya que “tiene como objetivo transmitir las relaciones de conflictos y contradicciones que caracterizan nuestro lado más complejo”.

Pero mí a lo que me recuerda es a ese poema de Louise Glück que acaba diciendo “desde niña, creí / que el dolor quería decir / que no me amaban. / Que amaba, quería decir”. Y es así como se da vida e infinitos significados a una pared que ayer estaba muerta.