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Muere a los 38 años Justin Townes Earle, artesano del rock americano hijo de Steve Earle

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No se ha dado a conocer la causa del fallecimiento del músico, quien como su padre tuvo problemas de adicción a las drogas durante años

Justin Townes Earle.
Justin Townes Earle.

Los hijos de artistas ilustres deben hacer frente a una condena de por vida: vivir bajo la alargada sombra de sus progenitores, en perpetua comparación con los logros (y fracasos) de quien les prestó su apellido. En el caso de Justin Townes Earle, hijo del legendario cantautor Steve Earle y llamado así en honor a Townes Van Zandt, la balanza quedó cerca del equilibrio gracias a su dominio de la música americana de raíz, esa línea invisible que atraviesa el mapa estadounidense en paralelo a la ruta 66 uniendo folk, country y blues.

Su talento fue tan precoz como sus problemas con las drogas: desde la adolescencia la adicción a distintas sustancias fue el más recurrente de sus demonios. Su prematura muerte a los 38 años, por causas de momento desconocidas, deja tras de sí ocho discos con letras capaces de tumbar al primer asalto y una persistente melancolía que cala los huesos hasta el tuétano.

La infancia de Justin Townes Earle en el Nashville de los años 80 fue la que se presupone al hijo de una estrella errante del country rock: desde los dos años vivió con su madre la mayor parte del tiempo, mientras su padre estaba de gira o pasando por sucesivos procesos de rehabilitación hasta que consiguió desintoxicarse en 1994.

A aquel chaval espigado que parecía salido de otra era, el colegio le interesaba bastante menos que la música, hasta el punto de volcarse en el legado de los pioneros, la verdadera esencia de la música americana, que estuvo presente desde sus pasos iniciales en sus primeros grupos, del rockabilly de The Distributors al bluegrass y el ragtime de The Swindlers.

Tanto destacaba como guitarrista y teclista que su propio padre lo enroló en varias de sus giras con The Dukes, la banda con la que cruzaba EEUU como trovador de las causas perdidas.

Pero sus caminos volvieron a bifurcarse cuando el joven Earle empezó a tener problemas serios con las drogas, tan serios como cinco sobredosis antes de cumplir los 21 años. Sobre las comparaciones con su padre en este aspecto tan atribulado de sus respectivas vidas, el propio Justin lo dejó claro en una entrevista para The Rolling Stone: "Él era un yonki, yo soy un gángster".

En 2007, tras un lustro curtiéndose en pequeñas salas y componiendo canciones propias, logró publicar Yuma y fue como abrir una infinita espita de creatividad. Su prolífica producción en sellos independientes como Bloodshot y Vagrant descolló con Harlem River Blues (2010), título de su tercer álbum y de su canción más conocida.

Su ascendente carrera volvió a destacar gracias al díptico Single Mothers / Absent Fathers, donde lo autobiográfico se abría paso entre historias de perdedores, fugitivos y carreteras secundarias, y que se cierra ominosamente con Looking for a Place To Land. "He cruzado océanos, he luchado contra la lluvia gélida y la arena que vuela, he cruzado fronteras y caminos y ríos asombrados, simplemente buscando un lugar en el que aterrizar", canta Earle Jr. con su voz cristalina, versos que su familia ha querido rescatar para decirle adiós a través de sus perfiles en redes sociales.

Su testamento discográfico, The Saint of Lost Causes (2019), es el réquiem por un músico que nunca quiso andar sobre las mismas huellas que fue dejando su progenitor y que, sin embargo, parecía condenado a seguir. "Un día me di cuenta de que no está bien morir joven, y menos aún morir después de los 30", decía Justin Townes Earle poco antes del lanzamiento de Single Mothers. Nos ha dejado a los 38 como digno heredero no sólo de Steve Earle y de Townes Van Zandt, sino de toda la tradición musical americana. Buen viaje.

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