Fernando Morán, el hombre que puso a España en Europa

Obituario

El exministro de Asuntos Exteriores con Felipe González falleció a los 93 años en Madrid

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Fernando Morán y Felipe González, firmando el tratado de adhesión de España a la entonces CEE el 12 de junio de 1985 en el Palacio Real

EP

Abrió la verja de Gibraltar y negoció y firmó el tratado de adhesión de España a la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea. Dos hechos que marcaron la política exterior de una España que despertaba al mundo, después de la muerte de Franco en 1975, y que demostraron la capacidad del primer gobierno socialista para defender los intereses de España. Estos dos acontecimientos tuvieron el mismo protagonista, Fernando Morán, que reconoció más tarde que el día de la firma del ingreso a la Europa comunitaria, el 12 de junio de 1985, fue uno de los más felices de su vida, y que, pese a su edad –era el mayor del primer ejecutivo de Felipe González, con 56 años en un equipo que rondaba los cuarenta– y el cansancio, las calles de Bruselas se llenaron para él de alegría y celebración.

Cansancio, porque si algo era Morán (Avilés, 1926), fallecido ayer en Madrid a los 93 años, era un duro negociador que tenía en su resistencia su principal baza. Contaron después los que acompañaron a Morán en las negociaciones europeas que una de sus estrategias para debilitar la moral de los otros negociadores era sentarse a la mesa y sacar de su cartera varios paquetes de cigarrillos, en un claro mensaje de que no tenía prisa y estaba dispuesto a estar allí las horas que hiciera falta, y lo hacía.

Fue un duro negociador a quien reconocieron su trabajo no sólo los reyes o el propio González, sino la sociedad, lo que quedó reflejado en cómo los periodistas españoles en Bruselas recibieron a Morán, en la sala de prensa de la Comisión, tras firmarse el acuerdo, cantándole el Asturias, patria querida.

Diplomático de carrera, negoció la entrada de España en la CEE y logró abrir la verja de Gibraltar

Licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas, Morán fue sobre todo un intelectual, escritor de novelas, ensayos y hasta poesía que se debatió en su juventud entre dedicarse a la literatura o la política y optó por hacer las oposiciones a la carrera diplomática, en la que entró en 1952. En esas fechas, conoce a Enrique Tierno Galván, catedrático de Derecho Político en la Universidad de Salamanca, con quien funda en 1956, en Salamanca, junto a Raúl Morodo, la Asociación para la Unidad Fundacional de Europa.

Porque Morán era sobre todo europeísta y cuando llegó al Ministerio de Exteriores ya tenía reflexionado y escrito la que debía ser la política internacional de una España democrática, que dejó reflejada en Una política exterior para España (Planeta 1980). Diez años después, tras su paso por el ministerio, escribió otro libro en el que recogió lo que, a su juicio, era ya la política exterior española: España en su sitio (Planeta, 1990).

Pero, además de intelectual y diplomático, Morán amaba la política y lo que tenía de servicio público. Por eso, cuando se convocan las primeras elecciones libres, en 1977, se presenta a diputado por Madrid, por la formación de Tierno Galván, el Partido Socialista Popular (PSP), que muy pronto se integraría en el PSOE. No sale elegido, pero es designado senador por Oviedo hasta que, cinco años después, tras las elecciones de octubre de 1982, González, ya presidente del primer gobierno socialista, le nombra ministro de Exteriores.

Ocupó el cargo de jefe de la diplomacia de 1982 a 1985, cuando, poco después de la firma del tratado de adhesión a la CEE –que rubricó en un solemne acto, junto al rey Juan Carlos, Felipe González y Manuel Marín–, fue relevado de su puesto. Se dijo entonces que por su oposición a la permanencia en la OTAN, que era el siguiente reto que debía afrontar el gobierno de González.

Pero no paró ahí su carrera política, en la que tuvo que soportar, pese a que en esa época no había redes sociales, auténticas campañas de desprestigio, a través de chistes que le dibujaban como alguien que no se enteraba de nada. Fue embajador en la ONU y diputado en el Parlamento Europeo, hasta que en 1999 decide presentarse a las primarias del PSOE para ser candidato a la alcaldía de Madrid, y gana a su contrincante, Joaquín Leguina, por un puñado de votos. Sin embargo, no consigue vencer al entonces alcalde, José María Álvarez del Manzano (PP), que obtiene su tercer mandato. Un año después, en el 2000, abandona su acta de concejal y deja la política, ya con 74 años.

Casado con María Luz Calvo-Sotelo, hermana pequeña del que fue presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo, tuvo tres hijos: Fernando, actual embajador de España en Argel; María Luz, rectora de la UIMP, y Clara, periodista.

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