El Huevo de la Serpiente II

Cuando el 21 de enero escribí para Cooperativa una columna de opinión que denominé “El Huevo de la Serpiente”, aludiendo al Berlín de 1923 de la película de Bergman y expresando mi temor a la irrupción del populismo en el escenario político chileno, nunca imaginé -como creo que también le ocurrió a la mayoría de los chilenos - el “estallido social” que se nos vendría por delante. 

Estamos sorprendidos por el modo y la rapidez con que la agitación estudiantil del Instituto Nacional cursó hasta el Metro y escaló contra todos los servicios de transporte público, supermercados y agencias que servían a la comunidad.

El mundo fue testigo de imágenes de combustión, humo y represión que nos mantuvieron en sintonía con los medios de comunicación durante las 24 horas del día, como en una suerte de matinal extendido.

Fue decretado un Estado de Emergencia, con toque de queda - malos recuerdos para los que pasamos los 60 -, al tiempo que el país empezó a dejar de ser la “excepción” de América Latina.

Una semana más tarde, sin Estado de Emergencia ni toque de queda, una multitudinaria manifestación en las calles de Santiago cerró el día, con más de un millón de personas que, sin adscripciones políticas partidarias explícitas, manifestaron su malestar y su reclamo. 

Las desigualdades sociales oportunamente argumentadas, PNUD-2017 y los abusos amplia y públicamente por todos conocidos, nutrieron el espacio de las explicaciones del fenómeno en desarrollo.

Ello sumado al temor de volver a la pobreza de la clase media emergente, en plena arena movediza, como alguna vez nos dijo Mario Benedetti. Viejas y nuevas demandas poblaron el discurso y los contenidos de las manifestaciones, muchas de las cuales encontraron incluso expresiones de franca anarquía social. 

Al cabo de un mes y todavía en medio de un clima de tensión social con gente y policías volcados a las calles, la clase política logró un acuerdo fundamental que celebramos en torno a establecer para Chile una nueva Constitución.

El acuerdo respondía a una demanda ciudadana que se fue configurando y haciendo crecientemente nítida en el transcurso del conflicto.

Al cierre de este artículo, sin embargo, el orden público todavía no se ha reestablecido completamente, no obstante la televisión ha girado su foco desde cierto entusiasmo por las manifestaciones pacíficas, a mostrar los estragos producidos por la violencia y destrucción de bienes públicos, con excepción de la irrupción feminista de “Las Tesis” y aquí me entusiasmo yo mismo, viralizada por estos días en el mundo entero. 

Habiendo sido antes frustrado testigo del caso omiso que la comunidad supuestamente interesada hizo al llamado del ex Presidente Lagos, cuando aludía a comienzos de año a la necesidad de converger en grandes acuerdos nacionales y contrastando aquello con el llamado a la prudencia que hoy hace con preocupación y urgencia el Presidente del Banco Central, al mismo tiempo que el grupo Unidad Social defiende el derecho a la “desobediencia civil”, en una concepción diferente a la de Mahatma Gandhi, me pregunto si no estaremos agregando un verdadero “acelerador” al camino del temido populismo, cuyo embrión se gesta al interior del huevo de la serpiente, cuyo trabeculado nos permite ver, salvo que hagamos la vista gorda, su evidente desarrollo.

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