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Propuestas de un magnate tecnológico ruso para evitar los vetos de Trump

Eugene Kaspersky, director de la multinacional de seguridad Kaspersky, se defiende de las acusaciones de espionaje de EE UU y apuesta por fomentar auditorías a las grandes tecnológicas basadas en una política global

Eugene Kaspersky, director de la multinacional de ciberseguridad Kaspersky.
Eugene Kaspersky, director de la multinacional de ciberseguridad Kaspersky.

La batalla que disputa Huawei en EE UU vislumbra una tregua en el horizonte. Así lo anunció hace unas semanas el presidente estadounidense, Donald Trump, tras reunirse con Xi Jinping, su homólogo chino, durante la reunión del G20 en Osaka (Japón). El veto de la Administración Trump a la compañía tecnológica, a la que acusan de malas prácticas que no han sido demostradas públicamente, ha levantado sospechas sobre la posibilidad de que esta acción forme parte de una estrategia destinada a disputar una guerra comercial que les permita imponerse en el terreno digital.

Al fin y al cabo, Huawei no es la primera empresa tecnológica que ha recibido el veto explícito de la Administración Trump. Hace dos años, el Departamento de Seguridad Nacional de EE UU prohibió a las agencias gubernamentales utilizar el software de ciberseguridad de Kaspersky por miedo al espionaje ruso. La tormenta geopolítica levantó una polémica que afectó a las ventas de la multinacional, que cayeron un 25% en el país norteamericano el año pasado.

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Eugene Kaspersky (Novorosíisk, Rusia, 1965), fundador y director de la compañía que comercializa uno de los antivirus más utilizados del mundo, niega rotundamente las acusaciones de espionaje que se vertieron sobre su empresa y recuerda que no existe evidencia de que exista conexión entre esta y el Gobierno ruso. “Sólo en los últimos dos años hemos publicado 18 informes sobre ciberataques de habla rusa, entre los que se incluyen famosos grupos de espionaje como CozyDuke (también conocido como CozyBear) y Sofacy”, señala, en conversación por correo electrónico. “Si estuviéramos trabajando para el Kremlin, esto sería imposible”. 

Al directivo ruso le cuesta entender que una empresa que trabaja en el mercado internacional pudiera involucrarse en labores de espionaje, porque terminaría cavando su tumba reputacional. “En el negocio de las tecnologías de la información siempre hay pruebas técnicas y evidencias sólidas de cualquier irregularidad”, indica. En esta línea, apela a la presunción de inocencia como respuesta ante cualquier acusación. “Si hay un uso inadecuado, que se demuestre que es así. No es tan difícil de hacer en la era digital”.

Eugene Kaspersky.
Eugene Kaspersky.

La respuesta tampoco puede pasar por dejar en paz a los gigantes tecnológicos. Compartimos constantemente nuestros datos personales en unas pocas plataformas digitales en manos de grandes empresas privadas. Esta realidad trae consigo de uno de los retos más importantes de nuestro siglo: la información circula por internet cruzando fronteras como quien cruza un paso de cebra.

El magnate tecnológico cree que la solución pasa por que la sociedad cuestione la credibilidad de multinacionales como la suya desde una perspectiva universal. “La gobernanza del ciberespacio debería estar gestionada por instituciones transnacionales basadas en una política global, no por autoridades locales”, afirma. “Esta es la única manera de que la industria se desarrolle como un organismo sano”.

Los hackers pueden aprovechar nuestra falta de cooperación para golpear más fuerte

Kaspersky considera que su compañía no es la única perjudicada del veto estadounidense. El sector de la ciberseguridad depende en gran medida de la cooperación entre compañías privadas, agencias policiales y organismos gubernamentales y, en su opinión, cualquier medida que dificulte su comunicación solo beneficia a los ciberdelincuentes. “Ciertas medidas políticas obligan a los proveedores de ciberseguridad a trabajar en mercados restringidos, mientras que los hackers pueden actuar a escala mundial”, lamenta. “Los criminales informáticos pueden aprovechar nuestra falta de cooperación para golpear más fuerte”.

Amparada en el discurso de que no tiene nada que ocultar, la compañía inauguró un centro de transparencia en Zúrich el año pasado y, siguiendo esta estela, ha abierto recientemente unas instalaciones similares en Madrid y prevé estrenar un tercero en Asia en los próximos meses.

Estos espacios están pensados, según el propio Kaspersky, para que sus socios empresariales y las partes interesadas del Gobierno puedan acceder y examinar el código fuente, las actualizaciones y las reglas de detección de amenazas de la empresa. Con esta finalidad, quienes lo deseen podrán contar con el apoyo de un grupo de expertos de la multinacional, que les podrán brindar consultoría técnica si lo solicitan.

“La seguridad de nuestros clientes sigue siendo nuestra máxima prioridad; por eso nos reservamos el derecho de rechazar una solicitud si pudiera causar una violación de la misma”, indica. “En ninguna circunstancia proporcionamos acceso a nuestros centros de transparencia a agencias de inteligencia u organismos con capacidad para realizar operaciones cibernéticas ofensivas”. En su lugar, señala a los académicos, medios de comunicación y expertos en seguridad como los perfiles que consideran como potenciales invitados a sus instalaciones en el futuro.

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