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      Más instituciones y menos suerte

      Más instituciones y menos suertePresidente Mauricio Macri, caminando en piso resbaladizo.

      Hace algunas semanas me tocó compartir una mesa con quien hoy dirige un organismo dentro de uno de los poderes del Estado y tuve la oportunidad de escucharla contar una anécdota que muestra algunos de los escollos que permanentemente aparecen al querer incentivar un normal funcionamiento institucional en el país.

      Contó que en una jornada en la que les tocaba recibir visitantes internacionales se encontró con que en el piso donde funciona el organismo estaban todos los baños clausurados por falta de elementos para su funcionamiento. Cuando comenzó a indagar el motivo, recordó que a su ingreso habían encontrado una serie de irregularidades en la provisión de estos elementos y que habían comenzado un proceso transparente de elección de proveedores para tal fin.

      La conclusión que ella misma sacó y que podría trasladarse a infinidad de ámbitos tanto dentro como fuera del Estado es que en un país acostumbrado a la irregularidad, las cosas funcionan “mejor” en la opacidad y el manejo a dedo que cuando el camino que se emprende es el de la transparencia.

      La lucha de esta persona para desarmar el mecanismo por el cual se había llegado a cooptar el organismo que preside y crear allí una cultura de servicio es sólo un pequeño aporte que debe multiplicarse si lo que se quiere es poner en funcionamiento un Estado no sólo eficaz (que cumple los objetivos) sino mucho más eficiente (que utiliza bien sus recursos).

      La sensación de que estos dos elementos se repelen vale para muchos aspectos del funcionamiento del país y sus instituciones. La percepción de que nuestra economía rodaba mal -pero lo hacía- también está extendida.

      El problema para el Gobierno es que se comprenda que el camino emprendido, por más doloroso que sea, apunta hacia la dirección correcta, en pos de un futuro que no dependa siempre de hechos fortuitos como el valor de los commodities, el empuje de Brasil o lo que se identificó en un pasado reciente como “soja y suerte”.

      Está claro que el desarrollo sostenible debe asentarse en bases sólidas (educación, instituciones, tecnología, competencia, apertura comercial y competitividad laboral, entre otros elementos indispensables) y la construcción de las mismas es una titánica tarea que requiere profundas reformas estructurales. La oportunidad de apalancarse en la opinión pública para doblegar a las históricas fuerzas de resistencia a los cambios (dentro y fuera de la política) se hace más cuesta arriba en períodos donde la economía no acompaña.

      ¿Por qué el Presidente cuenta con buenas chances de conservar el gobierno nacional cuando la actividad económica se acerca a cumplir un año entero de número negativos en casi cualquier sector que se revise?

      Aún sin ponerle palabras demasiado precisas, la sensación de que el esfuerzo que cada uno de los ciudadanos ha puesto en este período no debería irse por la borda para el regreso de un populismo sin recursos es una posibilidad a la que se puede acceder indagando con mayor profundidad al electorado. Es probable que los argentinos demuestren en octubre que han comprendido que se pone en juego algo mucho más profundo que la reactivación de la economía. 

      Alexander Guvenel es politólogo. Miembro del Club Político Argentino.


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      Alexander Güvenel
      Alexander Güvenel

      Politólogo


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