lunes, 18 de junio de 2018

Sinfonía venezolana, por @CultoLT




Rodrigo González 17 de junio de 2018

Más de 150 músicos del país caribeño han llegado a Chile como parte de una diáspora en el mundo. Su prestigio los precede, vienen del famoso Sistema de Orquestas y viven como pueden: tocan en la Sinfónica, en la Filarmónica, en televisión o en la calle.

A Miguel Tagliafico (31) lo persiguen los metales. Cuando no está soplando por la embocadura dorada de su trompeta en la orquesta de Morandé con Compañía, está dándole a las latas hundidas de los autos en la desabolladuría de Huechuraba donde trabaja con amigos venezolanos. En rigor, para ganarse la vida, pasa más tiempo en el taller: tres días a la semana, versus los dos que graba desde las 12 del día hasta pasada la medianoche en Megavisión.

Hasta hace siete meses, Tagliafico sólo vivía a través de sus dotes musicales. Y era en una orquesta sinfónica. Para ser exactos, en la más conocida de Latinoamérica: la Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela, el emblema del Sistema de Orquestas de ese país, admirado e imitado en todo el mundo, incluido Chile. Ahí estuvo durante 14 años hasta que la emergencia económica de su país lo obligó a salir.

“Pertenezco a la gran familia de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela”, enfatiza Tagliafico, a quien se puede ver en youtube en conciertos de la agrupación venezolana por todo el mundo, desde la sala Philharmonie de Berlín a los Proms del Royal Albert Hall de Londres, el festival clásico más grande del planeta. Para ser honestos, se lo puede ver a él, pero también a otros instrumentistas de la Simón Bolívar actualmente en Chile.

Uno es, por ejemplo, el clarinetista David Medina (35), quien ha tenido más suerte y logró entrar a la Sinfónica Nacional de Chile. “Mi primera opción era Chile y afortunadamente se abrió una plaza para ser clarinete en la Sinfónica”, cuenta Medina. “Me vine con mi esposa, pues todos sabemos lo que pasa con Venezuela. Hubo una especie de eliminatoria final con 12 solistas y quedé en la Sinfónica de Chile”, agrega el clarinetista, que desde marzo está en la Sinfónica, aunque recuerda que como integrante de la Orquesta Infantil de Venezuela ya había estado en Chile en 1994.

Como Miguel Tagliafico, (o como casi todos en el país caribeño), David Medina entró de niño al Sistema de Orquestas. “Participé en varias de las grabaciones que hizo el maestro Gustavo Dudamel (para el sello Deutsche Grammophon), desde Beethoven a Mahler”, recuerda Medina. Para él, el momento de gloria de la Simón Bolívar fue en marzo del año pasado, cuando tocaron las nueve sinfonías de Beethoven en la legendaria sala Musikverein de Viena. “Es como haberse ganado un premio, tocar en la ciudad donde se estrenaron las sinfonías de Beethoven”, añade.

Desde ese momento el destino de la agrupación de Caracas y de su propio director ha ido entrando a territorios aciagos. Los coletazos de la mala situación económica del país retumbaron tarde o temprano en el mayor orgullo cultural de Venezuela y, de acuerdo al diario El País de España, al menos un tercio de la Simón Bolívar ha salido del país.

El golpe de gracia llegó en abril del 2017, cuando en medio de una protesta contra el gobierno, el violista Armando Cañizales (miembro del Sistema de Orquestas) cayó muerto por un balazo en la cabeza. En ese momento, el director Gustavo Dudamel condenó públicamente el hecho y sentenció su futuro y el de la orquesta: el gobierno de Nicolás Maduro recortó los presupuestos y suspendió las giras. Hasta hoy, Dudamel (que siempre fue cauto en sus comentarios políticos) no ha vuelto a pisar Caracas.

Casi como si se tratara de un guión triste o, en este caso, de una sinfonía dramática, en marzo murió José Antonio Abreu (1939-2018), el creador del Sistema de Orquestas de Venezuela y mentor del director Gustavo Dudamel, que además de ser el hijo pródigo de la institución es titular de la Filarmónica de los Angeles.

“Es triste lo que pasa con la Sinfónica Simón Bolívar, pero a veces miro todo de una manera más optimista pues estoy empezando unnuevo ciclo en Chile”, dice Medina, que llegó a la audición en Chile gracias a un dato que le entregó su ex compañero de orquesta en Venezuela, Obeed Rodríguez (40). “Yo estoy en Chile desde el 2016, cuando se generó un cupo en trombón bajo#, cuenta Rodríguez. “También estuve en aquellas grabaciones de Mahler o Beethoven con Gustavo Dudamel”, explica. Y, además, da un dato de economía doméstica: “Estoy con mi familia en Chile. El sueldo de acá me permite vivir. El de allá no. La comparación entre lo que le pagan a uno en Venezuela con lo que pagan acá es realmente triste”.

Divisiones juveniles

David Montaño (23), oboísta de la Sinfónica Nacional Juvenil de Chile, lleva dos años en el país y vive en Valparaíso. Para él, su viaje tiene que ver directamente con las expectativas de una vida más “tranquila”. “Yo me vine a trabajar en cualquier cosa y tuve suerte pues ahora estoy otra vez tocando el oboe”, cuenta. “El nivel de inflación hacía imposible que el sueldo me alcanzara para vivir. Ahora, entre la beca que tengo en la orquesta en Chile y mi trabajo logro cierta estabilidad”, detalla Montaño, que complementa la música con sus labores en una tienda de ropa.

En la misma Fundación de Orquestas Juveniles de Chile (FOJI) está Freddy Pérez (32), quien en Venezuela dirgía la Orquesta Infantil de Maracay. “Llevo dos meses en Chile, apenas. He hecho de toco acá”, dice. “Allá, entre otras cosas, mi labor fundamental era la de director. También me tocó estar en contacto con el maestro José Antonio Abreu en algún momento. Aunque suene raro, le agradezco a Chile que me haya dado versatilidad: he estado en call centers, en multitiendas y también vendiendo shushi en la estación del metro Ñuble”, cuenta Pérez, que es contrabajista de formación.

De acuerdo a los datos que maneja la Fundación Música para la Integración, en Chile hay más de 150 músicos venezolanos, pero apenas un diez por ciento de ellos están integrados en las orquestas tradicionales. El resto toca en agrupaciones informales o derechamente hace otra cosa. Varios, además, integran la Orquesta de la Fundación para la Integración, que está formada fundamentalmente por sus compatriotas y dirigida por Ana Vanesa Márvez

“Yo era parte del Coro Sinfónico Simón Bolívar y estoy en Chile desde el 2015. La integración en las instituciones musicales ha sido lento”, explica Ana Vanesa Márvez (32), que fue dirigida en su calidad de cantante de coro por el reputado director de orquesta inglés Simon Rattle, entre otros. “La mayoría de los músicos venezolanos está en cosas informales: en call centers, de nanas o de garzones. Yo estuve un año y medio así, pero ahora estoy como gestora cultural en la Corporación de Lo Barnechea”, dice Márvez, que creó la Fundación para la Integración con el objetivo de crear fuentes de trabajo para inmigrantes.

“Hasta ahora hacemos conciertos gratuitos en iglesias y centros cultural es, pero la idea es que la orquesta nos ayude económicamente en el futuro”, explica la cantante venezolana, que detalla que en la orquesta hay un porcentaje también de músicos de otros países.

El vínculo local

Entre los instrumentistas que están en el país hay al menos dos que tienen una conexión chilena: Guillermo Carrasco (23), chelista y encargado de la central de instrumentos en la FOJI, y Luis Greiner (17), violinista de la Orquesta Sinfónica Juvenil. Las madres de ambos eran chilenas y llegaron a Venezuela tras exiliarse después del Golpe.

Los dos muchachos se educaron bajo la exigente disciplina de hierro del Sistema de Orquestas de Venezuela. Calderón ya no puede integrar la Juvenil pues tiene un año más de lo permitido, mientras que Greiner si cumple con los requisitos. “Mi intención es poder seguir estudiando acá y perfeccionarme, seguir en la música”, dice el primero. “Es difícil que nos devolvamos a Venzuela por ahora. Estoy acá con toda mi familia. Mi padre, que tenía allá un buen tabajo como dueño de una fábrica de pulpa de fruta, fue asaltado varias veces. Aquí en Chile estamos en la comuna de El Bosque”, detalla Greiner, que durante cinco meses alojó en su casa a Oswaldo Guevara (29), violista de la Filarmónica de Santiago.

El músico es hijo de uno de los fundadores del Sistema de Orquestas de Venezuela. “Yo soy del estado de Aragua, en el norte del país. Toco el violín y la viola”, se presenta humildemente Aragua, que lleva el mismo nombre de su padre. “En la Filarmónica estoy tocando ahora la viola”, agrega el instrumentista, quien vive en San Miguel en la casa de un primo. Aragua también tocó en el Ensamble Noa, un octeto de cuerdas de venezolanos que se presenta frente al Museo Precolombino, a pocos metros de la calle. “Tocamos ah de lunes a sábado, de 11 a 3 de la tarde”, dice el violinista José Ignacio Durán (21), que complementa sus actividades en el Ensamble Noa con su labor en la Orquesta de Cámara del Teatro Municipal.

Así como Durán, Guevara y Greiner tienen conexiones comunes, el cornista Javier Mijares (26) también conoce a Obeed Rodríguez, el trombonista de la Sinfónica y a Miguel Tagliafico, el trompetista errante. Mijares, como Guevara, se crió en el norte de Venezuela y ahora es cornista de la Filarmónica de Santiago.

El espectro sinfónico caribeño en Chile se mueve de a poco y trata de buscar su lugar de la mejor manera. En Chile no hay tantas orquestas como en Venezuela y es probable que eso les juegue en contra. Sin embargo, el vaso habría que verlo medio lleno y no medio vacío. Habría que ver como Chile se enriquece con la presencia de los músicos.

“Son músicos muy bien preparados, con mucho repertorio y carrete”, afirma Juan Pablo Aguayo, director residente de la Sinfónica Nacional Juvemil y flautista de la Sinfónica de Chile. “Todos ellos vienen del Sistema de orquestas venezolano y ahora, debido a la situación política de su país, están repartiéndose en todo el mundo. Es un fenómeno global. Lo triste es en las condiciones que han tenido que salir de su país, pero desde el punto de vista nuestro, Chile puede aprender de ellos”.

Dentro de dos semanas, el maestro Gustavo Dudamel dirigirá dos conciertos en CorpArtes con miembros de las orquestas Filarmónicas de Viena, Berlín, Los Angeles, Sinfónica de Gotemburgo, Sinfónica Simón Bolívar y la Nacional Juvenil de Chile. Tal vez se podría interpretar como la oficialización del nexo musical venezolano-chileno. José Ignacio Durán, el violinista del Museo Precolombino, fue invitado a tocar ahí. También dos más del Ensable Noa. Dudamel justamente está en estos días en Chile viendo los ensayos y uno de los que los presenció fue Alberto Dourthé, histórico concertino de la Sinfónica de Chile. “Para mí es un orgullo que los músicos venezolanos estén en Chile”, dice. “Son instrumentistas de primer nivel. Y no lo digo yo, sino que grandes directores como Simon Rattle y Claudio Abbado, quienes condujeron la Sinfónica Simón Bolívar”.


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