María Gabriela Aguzzi V. 16 de abril de 2018
Merling
Sapene llegó a Canadá en el 2000. Trabaja en una reconocida multinacional desde
hace casi cinco lustros, da clases en la Universidad McGill, forma parte de
varios consejos de administración y tiene en sus manos un premio Lys de la
diversité.
Aunque
la venezolana asevera que el proceso de integración es continuo, Merling está
bien integrada a la sociedad quebequense y canadiense. Ama esta provincia, ama
este país y entre muchas recomendaciones que tiene para compartir con los
nuevos integrantes, el amor por la nueva tierra es una de las principales.
Pero
para Merling, como para muchos inmigrantes profesionales, la integración no
siempre fue color de rosa. La barrera del idioma, las inseguridades y las
desilusiones, también formaron parte de su recorrido como nuevo residente en
Montreal.
Esos
momentos duros fueron tales que llegó a preguntarse qué hacía en esta ciudad,
por qué había dejado su país. Pero, como la noche siempre es más oscura justo
antes del amanecer, fue en ese momento más down que logró ver la luz,
levantarse, seguir adelante y surgir.
Fue
precisamente esa experiencioa de integración, con sus altos y sus bajos, sus
emociones y claro está, el aprendizaje adquirido, lo que llevó a Merling a
escribir el libro Éviter les bosses lors du trajet d’intégration: comment
réussir le changement lors de l’immigration, cuyo lanzamiento se realizará el
mes entrante en Montreal. El libro estará disponible en diversas plataformas
digitales, así como en físico (más adelante daremos detalles de cómo
adquirirlo).
Con permiso de trabajo, pero sin francés
El
primer encontronazo que tuvo Merling con la integración fue, como les ocurre a
muchos, con el idioma. Merling llegó a Montreal después de tres semanas de
búsqueda de empleo desde Venezuela. Era entonces consultora. No hablaba
francés, no tenía educación local, pero encontró una persona que le dio la
oportunidad de trabajar aquí.
“Y
estoy profundamente agradecida por eso”, comenta. “Pero fue muy duro, porque en
ese trabajo en el que comencé no pude tener éxito: la falta del idioma me
impedía lograr mis objetivos”.
Para
Merling fueron semanas estresantes. No podía irse a otra empresa pues su permiso
de trabajo estaba atado a la compañía donde laboraba. No tuvo otra opción sino
renunciar.
“Fui
sincera conmigo misma y entendí que sin el francés no iba a poder tener éxito”.
Decidió
entonces estudiar francés a tiempo completo. Una vez adquirido el idioma, se
relanzó en la búsqueda de empleo, mientras su familia, esposo y dos hijos
(tenían entonces 11 meses y otro de 9 años) vivía también su propio proceso de
aprendizaje. “La integración no sólo es de una persona, sino de su grupo
familiar y no todos nos adaptamos a la misma velocidad ni nos pasan las mismas
historias”.
Pasado
algún tiempo Merling consiguió empleo. Pero no se quedó conforme. “También
regresé a la universidad. Hice una maestría en Human Systems Intervention en
Concordia y eso me permitió entender mucho más la cultura de Canadá. Me
permitió hacer nuevos amigos y comencé a tener una vida social más
enriquecedora”.
La curva de cambio desde la experiencia de
la autora
En su
libro, Merling Sapene habla sobre la curva de cambio, una curva que permite ver
el avance en el proceso de migración y de integración, con sus picos y sus
bajos, que todo inmigrante vive. Algunos en un periodo más corto, otros en un
lapso más largo. Hay quienes no logran integrarse por completo e incluso
después de 10, 15, 20 años, deciden regresarse a su país, otros prefieren
probar en nuevas tierras, otros se quedan y como Facundo Cabral, no son de aquí
ni de allá.
Esa
curva de cambio comienza, generalmente, con un sueño. “Es algo tan fuerte y tan
hermoso que te llenas de toda la energía que necesitas para pasar a través de
ese proceso de integración”.
Merling
habla desde su experiencia: “Al llegar aquí, con esos sueños, sufrí un shock,
cuando me fui contenta a mi trabajo y después de dos, tres semanas, me di
cuenta de que no podía expresarme, que no conocía a absolutamente nadie, que me
sentía aislada. Lo que esperaba que iba a pasar, no pasaba. Pensaba que iba a
poder desempeñarme, que el francés no iba a ser tan importante, que la gente me
iba a entender un poco más”.
Resultado
casi de inmediato: un impacto en la seguridad. “En Venezuela hacía grandes
proyectos, me sentía muy segura, pero aquí sentí que no era competente”.
Continúa
la curva de cambio con la etapa de negación. “Me acuerdo que vivía en West
Island. Me levantaba todos los días y agarraba el mismo tren. Me decía: Dios
mío, cuándo me voy a despertar de esta pesadilla, yo no quiero estar aquí, por
qué tomé esta decisión. Se me olvidaba la razón por la que estaba aquí”.
Con
esos momentos coincide, generalmente, un mayor apego con el país de origen, a
pesar de los kilómetros de distancia. La nostalgia y la añoranza forman parte
del día a día. “Comencé a ver las fotos, la playa, la arepa con queso guayanés.
Comencé a sentirme bien triste y esa tristeza me llevó a sentirme frustrada
porque yo no podía cambiar mi situación actual. Tenía un sueño y la realidad
que estaba viviendo era otra”.
Para
poder desempeñarse, Merling debía pedir ayuda a sus compañeros. Les pedía que
corrigiera sus correos electrónicos que escribía en inglés. Algunas personas la
ayudaban, otras no tanto. “Pero es importante no tomarse estas cosas como
personales. Vivimos en un mundo donde el performance es imperativo”.
La
consultora sabía, además, que su trabajo generaba cierto costo a la empresa, lo
que la hacía sentirse culpable. “Sentía que era un peso para mis compañeros”.
Tras
la negación Merling cayó en una especie de depresión. “No clínicamente, sino
que tenía un sentimiento de que no veía futuro”.
Con la
desilusión y la desesperanza que vivía la venezolana, llegó la gota que rebasó
el vaso: “Alguien me dijo: ‘tú no tienes las competencias para hacer este
contrato (un contrato que estaba por realizar)’ Le respondí: ‘bueno, yo tengo
esta experiencia” y me dijo: ‘no porque tú sepas cocinar un huevo significa que
eres chef y no tienes las capacidades que nosotros tenemos aquí en Canadá'”.
Merling
cuenta que ese día lloró profundamente. Fue su fondo. Fue el momento crucial de
decisión. Fue la noche oscura antes del amanecer. “Me regresaba a Venezuela o
me decía: yo de aquí me paro, me levanto, voy a perdonar a esa persona, esa
situación, a llenarme otra vez de esa pasión que tenía al principio, voy a
volver a ese primer amor y a tomar la decisión de dar todo. Con mi francés,
haciendo reingeniería de procesos, di lo mejor de mí. Me dije: mi acento y
estas barreras no van a detener”.
Para
Merling los tres primeros años de su vida como nueva residente en Montreal
fueron difíciles. “Pero, al final, el éxito en la integración es una decisión
personal. Hay gente que después de 20 años nunca se integra. El promedio es de
tres a cinco años. Lo que quiero resaltar es que en ese momento down, de
depresión, es una decisión muy personal, individual, el levantarse y surgir.
Ese break through es el que tenemos que superar para salir adelante”.
Comienza la curva ascendente
Merling
se estableció ciertos objetivos adicionales para poder seguir adelante, además
de dar lo mejor de ella. “Fue en ese momento que corté el cordón umbilical con
Venezuela, no seguí viendo las noticias, seguía conectando con mi gente querida
pero mucho menos y comencé a conectarme con la gente de aquí. Comencé a nutrir
las nuevas relaciones que estaba haciendo aquí”.
Comenzó
entonces la etapa de experimentación. “Me gradué, conseguí mi trabajo actual en
una multinacional de importancia. Fui contratada a nivel de dirección, tuve, en
una época, más de 130 empleados a mi cargo. Comencé a tener una experiencia
diferente y comenzó la curva a subir. Tuve nuevas experiencias: hicimos más
turismo nacional… comencé a disfrutar las bendiciones que este país me estaba
ofreciendo. Comencé a despegar”.
Tras
las nuevas experiencias, en la curva de cambio, continúa el ascenso con la toma
de decisiones en el área que cada inmigrante desea desarrollarse. “Yo regresé a
la universidad, hice un programa de Responsabilidad Social (UT) y fue allí
donde nació un proyecto maravilloso con Aéro Montréal, Passion por l’Aviation,
gracias al que 11.500 niños son favorecidos, cada año”.
Con
ese proyecto, Merling encontró una forma de comenzar a retribuir a la sociedad
que le había abierto las puertas. “No puedo hablar de integración sin hablar de
las cosas que yo misma he decidido aportar. Cuando tu satisfacción está en dar
ya termina la insatisfacción de no tener lo que supuestamente estabas
esperando”.
Sobre su libro
Éviter
les bosses lors du trajet d’intégration : comment réussir le changement lors de
l’immigration estará a la venta en las próximas semanas. Será editado en
francés e inglés y próximamente en español.
Merling
ve en su obra una guía completa para los nuevos inmigrantes, que tiene mucha teoría,
sí, pero también buena parte de la experiencia de la especialista en manejo de
cambio. “Yo estoy haciendo este trabajo con el corazón, cada palabra la viví,
la sentí. El proceso de escribir el libro fue para mí como volver a vivir de
nuevo esas experiencias, pero con reflexión y agradecimiento, de que no me
rendí”.
La
idea, comenta, es que cada nuevo residente de estas tierras comprenda que la
integración es un proceso, que involucra una cantidad de emociones y
sentimientos. “Yo nunca hubiera podido ver el sol si no hubiera pasado por esa
tormenta”.
Su
libro podrá servir de guía, además, a personal de Recursos Humanos de las
empresas, para facilitar la comprensión de lo que viven los nuevos residentes,
potenciales futuros empleados de las compañías, así como a líderes municipales,
provinciales y federales.
“Es
una guía muy práctica, bien estructurada. He tenido colaboración de la
Universidad de Waterloo, con la estadística, sólida, de lo que es la diversidad
en Canadá. He tenido el apoyo incondicional de mis profesores de la Universidad
Concordia”.
Esta
es otra vía en la que Merling desea retribuir a esta sociedad. “Es la manera en
la que yo extiendo mi mano y mi corazón a todos los inmigrantes que llegan a
Canadá”.
El
libro, además, puede ser una herramienta de ayuda para el gobierno, los
abogados en inmigración, los consultores y las empresas y organizaciones que
trabajan con inmigrantes.
12 elementos a considerar en la
integración
1-Pasión: es la energía, hay que mantenerla
2-Entender el proceso de integración es eso, un
proceso, no puedes escapar de él, aun cuando tu integración sea rápida
3-Hay que ser fuerte
4-Cortar el cordón umbilical. Eso duele. Amo mi
país, pero ese sentimiento de dolor me hace sentir agradecida con Canadá por
abrirme las puertas.
5-Buscar ayuda
6- Buscar gente positiva. Que te lleve a salir
del momento down
7-Tener esa gente que se aparece desde el
principio mantener esas relaciones
8-Cuando llegamos tenemos el corazón bien
sensible, lo abrimos a mucha gente tratando de compensar el amor de los amigos
que teníamos en Venezuela. En ese proceso consigues relaciones que se
consolidan como amistad y otras que no. Es un proceso muy doloroso porque uno
se siente traicionado… pero lo importante es aprender a perdonar y a olvidar, a
estar siempre dispuesto a abrir el corazón a otras personas.
9- No parar de estudiar, entendiendo que la
herramienta que no se utiliza se vuelve obsoleta.
Aprendizaje
continuo. No solo para mantenerte competitivo, sino por el crecimiento personal
10- Ser excelente en lo que haces. Cuál es tu
diferenciador. Cuáles son tus fortalezas, cómo agrego valor. Hacer lo que haces
bien. Sé el mejor.
11- La pasión, si no tienes la llama dentro de
ti, todo va a ser difícil.
La
integración en tres palabras para Merling Sapene:
1-Visión
2-Pasión
3-Amor
por Canadá.
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