martes, 17 de abril de 2018

Un libro para entender el proceso de integración a Canadá, por @GAbAguzzi




María Gabriela Aguzzi V. 16 de abril de 2018

Merling Sapene llegó a Canadá en el 2000. Trabaja en una reconocida multinacional desde hace casi cinco lustros, da clases en la Universidad McGill, forma parte de varios consejos de administración y tiene en sus manos un premio Lys de la diversité.

Aunque la venezolana asevera que el proceso de integración es continuo, Merling está bien integrada a la sociedad quebequense y canadiense. Ama esta provincia, ama este país y entre muchas recomendaciones que tiene para compartir con los nuevos integrantes, el amor por la nueva tierra es una de las principales.

Pero para Merling, como para muchos inmigrantes profesionales, la integración no siempre fue color de rosa. La barrera del idioma, las inseguridades y las desilusiones, también formaron parte de su recorrido como nuevo residente en Montreal.

Esos momentos duros fueron tales que llegó a preguntarse qué hacía en esta ciudad, por qué había dejado su país. Pero, como la noche siempre es más oscura justo antes del amanecer, fue en ese momento más down que logró ver la luz, levantarse, seguir adelante y surgir.

Fue precisamente esa experiencioa de integración, con sus altos y sus bajos, sus emociones y claro está, el aprendizaje adquirido, lo que llevó a Merling a escribir el libro Éviter les bosses lors du trajet d’intégration: comment réussir le changement lors de l’immigration, cuyo lanzamiento se realizará el mes entrante en Montreal. El libro estará disponible en diversas plataformas digitales, así como en físico (más adelante daremos detalles de cómo adquirirlo).

Con permiso de trabajo, pero sin francés

El primer encontronazo que tuvo Merling con la integración fue, como les ocurre a muchos, con el idioma. Merling llegó a Montreal después de tres semanas de búsqueda de empleo desde Venezuela. Era entonces consultora. No hablaba francés, no tenía educación local, pero encontró una persona que le dio la oportunidad de trabajar aquí.

“Y estoy profundamente agradecida por eso”, comenta. “Pero fue muy duro, porque en ese trabajo en el que comencé no pude tener éxito: la falta del idioma me impedía lograr mis objetivos”.

Para Merling fueron semanas estresantes. No podía irse a otra empresa pues su permiso de trabajo estaba atado a la compañía donde laboraba. No tuvo otra opción sino renunciar.

“Fui sincera conmigo misma y entendí que sin el francés no iba a poder tener éxito”.

Decidió entonces estudiar francés a tiempo completo. Una vez adquirido el idioma, se relanzó en la búsqueda de empleo, mientras su familia, esposo y dos hijos (tenían entonces 11 meses y otro de 9 años) vivía también su propio proceso de aprendizaje. “La integración no sólo es de una persona, sino de su grupo familiar y no todos nos adaptamos a la misma velocidad ni nos pasan las mismas historias”.

Pasado algún tiempo Merling consiguió empleo. Pero no se quedó conforme. “También regresé a la universidad. Hice una maestría en Human Systems Intervention en Concordia y eso me permitió entender mucho más la cultura de Canadá. Me permitió hacer nuevos amigos y comencé a tener una vida social más enriquecedora”.

La curva de cambio desde la experiencia de la autora

En su libro, Merling Sapene habla sobre la curva de cambio, una curva que permite ver el avance en el proceso de migración y de integración, con sus picos y sus bajos, que todo inmigrante vive. Algunos en un periodo más corto, otros en un lapso más largo. Hay quienes no logran integrarse por completo e incluso después de 10, 15, 20 años, deciden regresarse a su país, otros prefieren probar en nuevas tierras, otros se quedan y como Facundo Cabral, no son de aquí ni de allá.

Esa curva de cambio comienza, generalmente, con un sueño. “Es algo tan fuerte y tan hermoso que te llenas de toda la energía que necesitas para pasar a través de ese proceso de integración”.

Merling habla desde su experiencia: “Al llegar aquí, con esos sueños, sufrí un shock, cuando me fui contenta a mi trabajo y después de dos, tres semanas, me di cuenta de que no podía expresarme, que no conocía a absolutamente nadie, que me sentía aislada. Lo que esperaba que iba a pasar, no pasaba. Pensaba que iba a poder desempeñarme, que el francés no iba a ser tan importante, que la gente me iba a entender un poco más”.

Resultado casi de inmediato: un impacto en la seguridad. “En Venezuela hacía grandes proyectos, me sentía muy segura, pero aquí sentí que no era competente”.

Continúa la curva de cambio con la etapa de negación. “Me acuerdo que vivía en West Island. Me levantaba todos los días y agarraba el mismo tren. Me decía: Dios mío, cuándo me voy a despertar de esta pesadilla, yo no quiero estar aquí, por qué tomé esta decisión. Se me olvidaba la razón por la que estaba aquí”.

Con esos momentos coincide, generalmente, un mayor apego con el país de origen, a pesar de los kilómetros de distancia. La nostalgia y la añoranza forman parte del día a día. “Comencé a ver las fotos, la playa, la arepa con queso guayanés. Comencé a sentirme bien triste y esa tristeza me llevó a sentirme frustrada porque yo no podía cambiar mi situación actual. Tenía un sueño y la realidad que estaba viviendo era otra”.

Para poder desempeñarse, Merling debía pedir ayuda a sus compañeros. Les pedía que corrigiera sus correos electrónicos que escribía en inglés. Algunas personas la ayudaban, otras no tanto. “Pero es importante no tomarse estas cosas como personales. Vivimos en un mundo donde el performance es imperativo”.

La consultora sabía, además, que su trabajo generaba cierto costo a la empresa, lo que la hacía sentirse culpable. “Sentía que era un peso para mis compañeros”.

Tras la negación Merling cayó en una especie de depresión. “No clínicamente, sino que tenía un sentimiento de que no veía futuro”.

Con la desilusión y la desesperanza que vivía la venezolana, llegó la gota que rebasó el vaso: “Alguien me dijo: ‘tú no tienes las competencias para hacer este contrato (un contrato que estaba por realizar)’ Le respondí: ‘bueno, yo tengo esta experiencia” y me dijo: ‘no porque tú sepas cocinar un huevo significa que eres chef y no tienes las capacidades que nosotros tenemos aquí en Canadá'”.

Merling cuenta que ese día lloró profundamente. Fue su fondo. Fue el momento crucial de decisión. Fue la noche oscura antes del amanecer. “Me regresaba a Venezuela o me decía: yo de aquí me paro, me levanto, voy a perdonar a esa persona, esa situación, a llenarme otra vez de esa pasión que tenía al principio, voy a volver a ese primer amor y a tomar la decisión de dar todo. Con mi francés, haciendo reingeniería de procesos, di lo mejor de mí. Me dije: mi acento y estas barreras no van a detener”.

Para Merling los tres primeros años de su vida como nueva residente en Montreal fueron difíciles. “Pero, al final, el éxito en la integración es una decisión personal. Hay gente que después de 20 años nunca se integra. El promedio es de tres a cinco años. Lo que quiero resaltar es que en ese momento down, de depresión, es una decisión muy personal, individual, el levantarse y surgir. Ese break through es el que tenemos que superar para salir adelante”.

Comienza la curva ascendente

Merling se estableció ciertos objetivos adicionales para poder seguir adelante, además de dar lo mejor de ella. “Fue en ese momento que corté el cordón umbilical con Venezuela, no seguí viendo las noticias, seguía conectando con mi gente querida pero mucho menos y comencé a conectarme con la gente de aquí. Comencé a nutrir las nuevas relaciones que estaba haciendo aquí”.

Comenzó entonces la etapa de experimentación. “Me gradué, conseguí mi trabajo actual en una multinacional de importancia. Fui contratada a nivel de dirección, tuve, en una época, más de 130 empleados a mi cargo. Comencé a tener una experiencia diferente y comenzó la curva a subir. Tuve nuevas experiencias: hicimos más turismo nacional… comencé a disfrutar las bendiciones que este país me estaba ofreciendo. Comencé a despegar”.

Tras las nuevas experiencias, en la curva de cambio, continúa el ascenso con la toma de decisiones en el área que cada inmigrante desea desarrollarse. “Yo regresé a la universidad, hice un programa de Responsabilidad Social (UT) y fue allí donde nació un proyecto maravilloso con Aéro Montréal, Passion por l’Aviation, gracias al que 11.500 niños son favorecidos, cada año”.

Con ese proyecto, Merling encontró una forma de comenzar a retribuir a la sociedad que le había abierto las puertas. “No puedo hablar de integración sin hablar de las cosas que yo misma he decidido aportar. Cuando tu satisfacción está en dar ya termina la insatisfacción de no tener lo que supuestamente estabas esperando”.

Sobre su libro

Éviter les bosses lors du trajet d’intégration : comment réussir le changement lors de l’immigration estará a la venta en las próximas semanas. Será editado en francés e inglés y próximamente en español.

Merling ve en su obra una guía completa para los nuevos inmigrantes, que tiene mucha teoría, sí, pero también buena parte de la experiencia de la especialista en manejo de cambio. “Yo estoy haciendo este trabajo con el corazón, cada palabra la viví, la sentí. El proceso de escribir el libro fue para mí como volver a vivir de nuevo esas experiencias, pero con reflexión y agradecimiento, de que no me rendí”.

La idea, comenta, es que cada nuevo residente de estas tierras comprenda que la integración es un proceso, que involucra una cantidad de emociones y sentimientos. “Yo nunca hubiera podido ver el sol si no hubiera pasado por esa tormenta”.

Su libro podrá servir de guía, además, a personal de Recursos Humanos de las empresas, para facilitar la comprensión de lo que viven los nuevos residentes, potenciales futuros empleados de las compañías, así como a líderes municipales, provinciales y federales.

“Es una guía muy práctica, bien estructurada. He tenido colaboración de la Universidad de Waterloo, con la estadística, sólida, de lo que es la diversidad en Canadá. He tenido el apoyo incondicional de mis profesores de la Universidad Concordia”.

Esta es otra vía en la que Merling desea retribuir a esta sociedad. “Es la manera en la que yo extiendo mi mano y mi corazón a todos los inmigrantes que llegan a Canadá”.

El libro, además, puede ser una herramienta de ayuda para el gobierno, los abogados en inmigración, los consultores y las empresas y organizaciones que trabajan con inmigrantes.

12 elementos a considerar en la integración

1-Pasión: es la energía, hay que mantenerla

2-Entender el proceso de integración es eso, un proceso, no puedes escapar de él, aun cuando tu integración sea rápida

3-Hay que ser fuerte

4-Cortar el cordón umbilical. Eso duele. Amo mi país, pero ese sentimiento de dolor me hace sentir agradecida con Canadá por abrirme las puertas.

5-Buscar ayuda

6- Buscar gente positiva. Que te lleve a salir del momento down

7-Tener esa gente que se aparece desde el principio mantener esas relaciones

8-Cuando llegamos tenemos el corazón bien sensible, lo abrimos a mucha gente tratando de compensar el amor de los amigos que teníamos en Venezuela. En ese proceso consigues relaciones que se consolidan como amistad y otras que no. Es un proceso muy doloroso porque uno se siente traicionado… pero lo importante es aprender a perdonar y a olvidar, a estar siempre dispuesto a abrir el corazón a otras personas.

9- No parar de estudiar, entendiendo que la herramienta que no se utiliza se vuelve obsoleta.

Aprendizaje continuo. No solo para mantenerte competitivo, sino por el crecimiento personal

10- Ser excelente en lo que haces. Cuál es tu diferenciador. Cuáles son tus fortalezas, cómo agrego valor. Hacer lo que haces bien. Sé el mejor.

11- La pasión, si no tienes la llama dentro de ti, todo va a ser difícil.

La integración en tres palabras para Merling Sapene:

1-Visión

2-Pasión

3-Amor por Canadá.



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