sábado, 20 de enero de 2018

Venezuela-Galicia, el viaje que no cesa, por @lavozdegalicia



JORGE CASANOVA 19 de enero de 2018

Óscar tiene 45 años y una voz clara y convincente. Durante años gestionó un gran almacén de una de las empresas más importantes de Venezuela: «Teníamos una vida encarrilada», recuerda. Su mujer, descendiente de gallegos, también tenía una actividad profesional cualificada y ambos vivían en una bonita casa de una urbanización caraqueña con sus hijas pequeñas: «Un día entraron en nuestra casa y nos robaron a mano armada. Nos tuvieron encañonados durante tres horas. Metieron un camión en la casa y se lo llevaron todo». Hace una pausa, quizás para que imagine el cañón de un arma frente a su pecho y el de sus hijas. «Nos mudamos. Buscamos una urbanización más segura y, dos años después, una noche se encendieron las luces de casa a las tres de la mañana». Otra vez los gritos, las armas, las amenazas... «Esta vez se llevaron las cosas en nuestros propios carros». Óscar entendió que no había alternativa: «Que nos mudáramos donde nos mudáramos no íbamos a estar seguros, que solo era cuestión de tiempo». Así que la familia recogió lo que pudo y se vino a España. La peripecia no ha sido sencilla. No han podido vender sus propiedades en Venezuela donde muchos venden y pocos compran. Tuvieron que salir por tierra hasta Panamá y desde allí un vuelo a Madrid.

Reconstrucción
 
Ahora, Óscar es uno de los venezolanos que intentan reconstruir su vida con la ayuda de Alma Llanera, el colectivo que da apoyo al nutrido grupo de gallegos de primera, segunda o tercera generación que siguen llegando de la ruina venezolana.

Muchos de ellos trabajaron durante sus buenos años para levantar aquel país que ahora no les paga la pensión, aunque no lo admite, de manera que hay cientos de retornados sin ingresos porque Venezuela no paga y España no siempre se da por enterada: «Cuando vamos a pedir ayudas les dicen que ya cobran pensión, pero Maduro no paga desde diciembre del 2015», explica José Reza, el coordinador del colectivo. Él tuvo que pelear duro en los tribunales para que le admitieran una ayuda de 600 euros. Su camino es el que persiguen otros refugiados. Antonio Ferreira y Fina son un matrimonio recién llegado. El tiene 72 años y su mujer 54. Los últimos los pasaron sobreviviendo en San Bernardino. Antonio ofreciendo café a los automovilistas en los atascos y Fina como conserje. Allí sí cobraban la pensión: 230.000 bolívares. Parece mucho, pero ese era el coste, por ejemplo, de cuatro kilos de arroz. Por eso tenía que repartir café en los atascos. Ahora viven con su hija, María Luisa, y su mujer en una casa de aldea que les ha cedido la familia de Fina. Ambos dicen que están dispuestos a trabajar. Lo necesitan.

Hay muchos casos como el suyo, miles ya en Galicia. El de Antonio Nieto, por ejemplo, que a sus 82 años sobrevive gracias a Cáritas y otras instituciones después de cotizar durante 56 años en Venezuela. Los apuros no le han borrado el buen humor, porque Antonio ríe con frecuencia. Pero su situación es dramática: «Nunca pensé que me vería así».

No todos los casos son iguales. Amarelis, que tiene 57 años, pasó sus mejores años casada con un gallego en la isla Margarita. Pero tuvo que salir: «Es que no se puede ir por la calle». Prefiere el clima frío de Ourense que el sinvivir de la isla, aunque no hay día en que no piense en regresar a su bonito apartamento del Caribe. Y así cada día van llegando al local los expulsados de lo que un día fue un paraíso y hoy es poco más que una ruina. Galegos de primera, segunda o tercera generación. La mayoría habría preferido quedarse allí, pero llega un momento en que no se puede.

La Xunta habilita 2,2 millones de ayuda

Venezuela se ha convertido en la principal diana de la ayuda de la Xunta hacia el exterior. Para el presente ejercicio, la secretaría xeral para a Emigración tiene previsto dedicar 2,2 millones de euros, la mayoría para retornados, aunque también con intervención directa en el país sudamericano. El año pasado, este departamento dedicó 600.000 euros a atender las demandas de los gallegos retornados desde Venezuela. Otras ayudas fueron canalizadas a través de becas para estudiantes o para la creación de nuevas empresas por parte de retornados.

Para la ayuda directa al país, Emigración prepara el envío de fármacos por un valor de 150.000 euros para su distribución entre gallegos que estén en una situación sanitaria especialmente delicada. En total, alrededor de 2.500 gallegos en Venezuela reciben algún tipo de prestación por parte de la secretaría xeral.

La gallega es la segunda comunidad de origen español en importancia de las asentadas en Venezuela. De acuerdo con el último padrón del INE, residen en el país sudamericano 43.975 personas de origen gallego, de los que 28.052 nacieron ya en fuera de España. Según la asociación Alma Llanera, en Galicia alrededor de 3.800 retornados han llegado a Galicia en los últimos cinco años. En torno al 20 % no recibe la pensión de Venezuela.

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