La calidad, la funcionalidad, el ciclo de vida útil, etc. son elementos básicos que permiten determinar el valor de algún objeto de diseño. Son elementos que deben existir en su configuración para poder ser competitivos. Ahora bien, además de proyectar esta esencia ¿cómo podemos añadir valor al diseño? Veamos… Primero como diseñadores deberemos ofrecer un estilo original, que por supuesto habrá que definirlo y desarrollarlo. Ese será el sello que nos caracterice como creativos. Partiendo de ahí, podremos experimentar para accionar nuestro gradiente de innovación… claro, justo en ese gradiente surgirá un valor agregado en nuestros objetos de diseño. Otra manera de añadir valor es generando experiencias memorables. Veamos, estas pueden presentarse como experiencias de uso o de interacción con la pieza de diseño. Pero ojo, no solo se generan experiencias de funcionalidad o de “usabilidad”. Más bien, las que añadirán valor, serán las experiencias de interacción con el entorno a partir de nuestro objeto de diseño, es decir, tienen que ver directamente con la forma en que la audiencia integra el objeto a su vida diaria, a su entorno y a su realidad… principalmente cómo le permite relacionarse con otros individuos, generándole emociones o recuerdos de valor para ellos. Si enfocamos este tipo de experiencias (vitales) también habremos conectado con la empatía de la audiencia. Por otro lado, también habremos añadido valor al cambiar la percepción de la audiencia. Es decir, en la medida en que nuestra pieza de diseño ayude a que el público perciba su realidad de manera diferente, en esa misma medida habremos generado valor agregado a nuestro diseño. Por ejemplo, en una campaña de publicidad específicamente para promover la inversión comercial en una ciudad o país, nuestro objetivo será cambiar la percepción que se tiene de ese lugar, motivando y destacando determinadas características, subrayando por supuesto la ubicación geográfica, su cultura y su gente. Señalaremos finalmente el auge económico que puede repuntar en esa región. Pues bien, si logramos que se rompa el paradigma, si nuestro mensaje impacta y ha sido eficaz, habremos cambiado la percepción de las personas (incluidas las que buscan invertir). El diseño va a ser nuestro contenedor de sentido, nuestro contenedor de experiencias y por supuesto nuestro contenedor que proyecte esa percepción de valor. Solo necesitamos integrarlo todo. Me despido, soy Erika. Ustedes ¿qué opinan? ¡Hasta la próxima!
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