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¿Por qué se quedan las aulas vacías en Latinoamérica?

El corto 'Las buenas intenciones' narra la historia de dos adolescentes que dejan el instituto por culpa del conflicto armado colombiano

Pablo Linde
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Hay muchas razones para dejar la escuela. Tantas, que en Latinoamérica alrededor de la mitad de los estudiantes no completa la secundaria. En Colombia, durante las últimas décadas, una ha dejado a miles de adolescentes sin educación: el reclutamiento por parte de las guerrillas y las bandas paramilitares. Esta es la realidad que analiza el corto Las buenas intenciones, que se lanza este lunes 23 en todo el mundo (y se puede ver en el vídeo insertado más abajo en este artículo).

El corto, de ficción pero inspirado en hechos reales, es uno de los 11 que integran El aula vacía, un documental con la dirección creativa de Gael García Bernal que ha pasado por más de 20 festivales internacionales y ha ganado precisamente en Colombia el premio de Unicef a la mejor película sobre la niñez.

La idea del director de Las buenas intenciones, Carlos Gaviria, era hacer un documental, “pero resultó imposible”. Quizás hoy día, en pleno proceso de paz, habría sido más sencillo. Cuando comenzó el proyecto, en 2014, el conflicto en Colombia persistía y hablar en público de este tabú les podía costar la vida a los adolescentes.

Por eso, optó por dar voz a las víctimas, a los chicos y chicas obligados a abandonar los estudios, pero mediante actores. “Decidí concentrarme en el día en el que los muchachos fueron reclutados”, explica Gaviria. Son dos relatos narrados por sus ficticios protagonistas: un niño que, por salvar a su padre participa en acciones monstruosas; y el de una niña que sigue a su novio por el camino de la violencia. “Son dos historias de las muchas que oí”, asegura el director del corto.

La idea del documental del que forma parte este corto surge del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que es también la primera institución multilateral que produce una iniciativa similar. Marcelo Cabrol, gerente de su sector social, cuenta que, a instancias de Luis Alberto Moreno, el presidente de la entidad, decidieron salir de su “zona de confort” a la hora de contar un problema en el que trabajan por toda Latinoamérica.

Un problema con diversas causas en función de los países y las áreas donde se produce. Pero algunas son compartidas. Una muy importante, en opinión de Cabrol, es el aburrimiento: “La tecnología de la escuela no ha cambiado en más de un siglo. Continúa exactamente igual. Y no solo el edificio: cómo están sentados los chicos o donde se para el maestro, sino también el currículum y la lógica de lo que pasa dentro sigue siendo igual. Los chicos no reciben suficientes estímulos”.

El abandono escolar tiene múltiples causas en la región, pero una predomina: el aburrimiento, la falta de estímulos

Otro motivo crucial es el de los factores socioeconómicos. Por un lado, aunque la educación sea gratuita, hay familias que no se pueden permitir uniformes, libros, cuotas de ciertas actividades complementarias. Otros tienen que aportar ingresos al hogar y, por lo tanto, abandonar la escuela. Pero hay más. En el caso de Colombia está el conflicto armado, además de las pandillas y las drogas, que también desplazan a los chicos fuera de los estudios.

En Las buenas intenciones, además del relato principal, se entrevén otras causas. En una conversación entre dos de los protagonistas, un chico le dice a su novia:

—¿Para qué estudiar, María? Tenga por seguro que sabiendo que es de este barrio nadie la va a contratar.

“Es tres veces más probable dejar la escuela si eres pobre. Pero incluso superando estos obstáculos y terminando la enseñanza secundaria, si perteneces al quintil con menos recursos es mucho más probable que te discriminen en el mercado laboral", asegura Cabrol. Muchos jóvenes perciben que no van a lograr sus metas por la vía correcta, así que buscan otros cauces. “Ahí empiezas a ver que una situación violenta lleva a otra violenta”, añade.

En Colombia, las principales guerrillas ya no están activas, pero el reclutamiento por parte de las conocidas como Bacrim (bandas criminales, vestigios a menudo de los grupos paramilitares) continúan contribuyendo a este dato de deserción escolar. Y ya no es solo un problema de educación. "Si vemos a adultos que quedan traumatizados tras la guerra, con los chicos es todavía mucho más grave. El que inspira la historia del protagonista quedó muy tocado. Le perdimos la pista y la verdad es que no sabemos si seguirá vivo", cuenta Gaviria.

Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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