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¿De quién son los derechos de autor de la música compuesta por robots?

La mayoría de los expertos está de acuerdo en que los dueños del 'software' son los creadores legítimos pero la clave está en la intencionalidad de las máquinas

Vídeo: Olivia L. Bueno

La creatividad es una de las características en las que los expertos en inteligencia artificial están trabajando de cara al futuro. Los robots tienen cada vez cualidades más humanas y se acercan a la empatía y el desarrollo de emociones gracias a la computación afectiva y también están pintando obras de arte, componiendo música y escribiendo poemas originales gracias a la computación creativa. En este escenario se abre un debate obvio: ¿de quién son los derechos de autor de las obras artísticas creadas por los robots? Entre los expertos hay posiciones enfrentadas pero se atisba un posible punto de acuerdo si los robots llegasen a convertirse en entes más independientes y desarrollasen su intencionalidad.

La mayor parte de los investigadores y profesionales dedicados a estudiar el software creativo están de acuerdo en que los derechos de autor de las obras deben ser de la persona que ha diseñado el software. En esta línea se mueve Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Inteligencia Artificial de Barcelona. "Los sistemas de inteligencia artificial no tienen personalidad jurídica —por eso no pueden ser titulares de derechos—, tampoco intencionalidad o independencia, por eso los responsables de lo que el sistema crea deben ser quienes han diseñado el sistema", explica López de Mántaras.

La Ley en España refuerza esta idea porque asume que las obras generadas por las máquinas no se protegen por derechos de autor, ya que para ser autor "se ha de ser persona". Así lo explica Concha Saiz, titular de derecho civil. "Las máquinas, cada vez más sofisticadas, aprenden a hacer lo que el hombre les enseña: necesitan un input humano para realizar un output pseudohumano". La pregunta que queda en el aire es si la máquina es realmente creativa o está siguiendo la programación que le ha implantado un humano.

Para María Navarro, del departamento de ciencia computacional de la Universidad de Salamanca, que también trabaja en el ámbito de la creatividad en el grupo de investigación BISITE, la clave está en saber cuál es el origen de lo que el software está creando. "Si el punto de origen de la creatividad es un sentimiento o una emoción (tal como sucede en los humanos), la máquina debería tener reconocidos sus derechos de autor. Si no, la creatividad está sesgada", explica Navarro. No hay que olvidar que los sistemas de inteligencia artificial funcionan con entrenamiento y cuando generan música, por ejemplo, el sistema ha aprendido de otra música ya creada. "El punto de inflexión vendrá cuando tengan comportamientos que no se han programado".

Aunque la mayoría de los expertos parecen tenerlo claro, el debate está abierto y hay cierta polémica a nivel legal y filosófico. Quienes defienden que los humanos poseen la autoría de las obras creadas por sus máquinas alegan que estas no nacen de un sentimiento o emoción y que el software carece de intencionalidad, es decir, no es capaz de explicar su obra y justificar por qué la ha hecho. Pero, ¿qué pasa cuando los robots sí actúan de forma intencionada? Es lo que sucede con The Painting Fool (TPF), un software que pinta cuadros originales y fue diseñado precisamente para estudiar el proceso de creación de las máquinas. 

"La habilidad técnica es importante, pero no suficiente", explica su creador, Simon Colton, catedrático y especialista en creatividad computacional en la Universidad de Falmouth y en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Colton defiende que para que un ente pueda ser considerado como creativo necesita, entre otras cosas, imaginación, capacidad de aprendizaje y de apreciación y poder dar explicaciones sobre sus decisiones. "El hecho de que TPF pueda explicar, hasta cierto punto, lo que ha hecho y porqué lo ha hecho incrementa su autoría creativa y moral y la percepción de su creatividad", asegura.

El creador de este proyecto entiende que una inteligencia artificial debería poder ser considerada autora de pleno derecho de las piezas que produce. "Los retos sociológicos y legales que esto supone son enormes, pero merece la pena empezar a pensar seriamente en ello". Para que esto fuera posible se debería crear una personalidad jurídica propia e independiente para las máquinas. "Si la IA no es dueña material del fruto de su trabajo, entonces nunca será más que una herramienta, un medio de producción", explica Colton, "Que el software sea tomado en serio como ente creativo es la finalidad última de la creatividad computacional". La intención de su creador es que algún día The Painting Fool sea considerado como un artista autónomo. 

Así pueden contribuir los robots pintores a la renta universal

Uno de los escenarios que se dibujan en el futuro de las máquinas juega con la idea de que acabarán haciendo el trabajo de muchos empleados y sus retribuciones servirán para pagar una renta universal. "Un impuesto sobre los beneficios del arte generado por computadores podría crear un fondo que ayudase a financiar un ingreso o renta universal", explica Colton.

Si el software comienza a ser dueño de su trabajo y a generar beneficios propios, esto facilitaría su consideración como un igual en la sociedad, "algo que podría ser beneficioso para todos". Ayudaría a costear la adaptación a los cambios que se producirán en el mercado laboral en los próximos años, debidos a la automatización de determinadas tareas.

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