martes, 19 de septiembre de 2017

Elogio del paraguas


Elogio del paraguas


lOS nacidos fuera del botxo quizás no sepan que, durante siglos, a los bilbainos nos enterraban junto a nuestro paraguas. Podríamos haber elegido cualquier otro ajuar funerario, desde las dos monedas de los griegos al desparrame de culturas que se llevaban consigo a familia, criados y todo tipo de pertenencias, pero nuestro carácter modesto y discreto, como todo el mundo sabe, nos impide hacer alardes. Por eso, elegimos a un compañero que no nos abandona a sol ni a sombra y que permanece a nuestro lado aunque caigan chuzos de punta. 
Un botxero solía poseer dos a lo largo de su vida: el que le regalaban en la primera comunión y el que se compraba con el primer sueldo. Durante muchos años, antes de que se inventara el ADN, las identificaciones de tumbas podían realizarse siguiendo las iniciales en la empuñadura y la marca de fábrica. Solo de las sotanas hechas en el Casco Viejo puede decirse algo similar. 
Todo esto que les cuento es historia. Hoy, los paraguas se disuelven con la lluvia y una leve brisa los desbarata antes de llegar a casa. Solo resisten los que se manufacturan a prueba de huracanes en la calle Prim. Una leyenda dice que en el mismo lugar fabrican el sirimiri con unas ollas inmensas. Y que la relación entre el número de paraguas y días de lluvia permanece estable desde tiempos de Noé. Debe pasar lo mismo con los aerogeneradores, que uno no sabe si giran porque sopla el viento o hace viento porque giran. ¿Ustedes qué creen?
Josetxu Rodríguez
@caducahoy

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