“Iqbal tenía diez años y vivía encadenado al telar de alfombras”

Tengo 70 años. Nací en Pakistán y vivo hace 21 años refugiado en Suecia. Soltero con miles de hijos. Me licencié en Periodismo. Lucho por los derechos universales. Yo nací como musulmán, pero trabajo sobre todo para cristianos, para liberar esclavos cristianos. Personalmente, creo en la naturaleza

Ehsan Ullah Khancincuenta años liberando esclavos

Ha liberado usted a más de 100.000…

Esa cifra corresponde a los esclavos del ladrillo en Pakistán, y todos ellos tienen grandes familias. Habré liberado a un millón.

Y de ellos, ¿cuántos son niños?

El padre es esclavo; cuando se casa, la mujer se convierte en esclava, y los hijos nacen esclavos.

¿Qué tipo de esclavitud?

La esclavitud moderna es por deudas. El padre contrae una deuda y al no poder pagarla queda esclavo, y la deuda pasa de una generación a otra. A veces consiguen saldarla dando hijos en pago. Ese niño queda esclavo para siempre y puede ser traficado y vendido a otro esclavista.

¿Cómo se contrae esa deuda?

Son deudas de generaciones. Por un euro debes devolver diez; si no puedes, se vuelve a multiplicar por diez. Son deudas impagables. La mayoría nunca han vivido libres.

¿Ningún gobierno ha hecho nada?

La clase dirigente y la burocracia corrupta son los dueños de las fábricas y las tierras, y los medios nunca han informado sobre la esclavitud.

¿Simples voceros del reino?

El progreso se basa en la esclavitud. Diez compañías de alimentos en el mundo controlan a millones de esclavos, y las marcas de pronto moda utilizan esclavos como mano de obra a través de los intermediarios y sus contactos.

Legalmente impecable.

He estado ahí, en China, India, Pakistán y Bangladesh, lo he visto e investigado. La información está en la red, con datos y nombres.

¿Cómo es la vida de esos niños?

Trabajan entre 12 y 16 horas seis días a la semana por un dólar, no tienen descanso, no tienen educación. Son máquinas, y cuando se derrumban o enferman se los quitan de encima.

¿Dónde viven?

Depende. Ahora por ejemplo en Turquía, ante la oleada de familias sirias, 250.000 niños están trabajando en las fábricas de alfombras (publicado por The Guardian), pero duermen con sus familias.

Otros viven y trabajan en los talleres.

Sí, en India y en China. Duermen en camas apiladas en un rincón de la fábrica. Esa es la vida de miles de niñas que trabajan para una importante empresa de tecnología. El año pasado ocho de estas niñas se suicidaron.

¿Por qué se involucró?

Incidentalmente. Tenía 20 años, era periodista, caminaba por la avenida principal de Lahore y quise ayudar a un hombre de 80 años a cruzar la calle. “No me ayude –me dijo–. Preferiría morir aplastado”.

¿Qué había hecho?

Trabajaba en una fábrica de ladrillos. Tenía dos hijas de 11 y 12 años que el dueño violaba a su antojo. Su deuda ascendía a 1.400 euros, así que había vendido a sus hijas.

¿Qué hizo usted?

Investigar. En su barrio había 1.500 fábricas de ladrillos con 300 trabajadores cada una, el 60% niños. Escribí un artículo que tuvo mucha repercusión y conseguí liberar a las niñas.

Desde entonces no ha hecho otra cosa.

Al cabo de dos días había un montón de personas en la puerta de mi casa con historias similares y creé el Frente de los Trabajadores de las Fábricas de Ladrillos.

...Que más tarde se convirtió en el Frente de Liberación del Trabajo Forzado.

Pronto me di cuenta de que el sistema de esclavitud por deuda también se aplicaba a los trabajadores del campo, textiles, tejedores, mineros. Veinte años después, conseguí que se prohibiera por ley la servidumbre por deuda.

Por el camino fue amenazado, torturado y encarcelado.

Yo, y tantos trabajadores que fueron apaleados o asesinados. Creamos una sólida defensa legal y 150 escuelas para los niños. La lucha fue terrible, pero liberamos a miles.

Entre ellos a Iqbal Masih, que se convirtió en un símbolo.

Cuando lo conocí tenía diez años. Trabajaba como esclavo en una fábrica de alfombras, encadenado al telar. Había escapado, estaba aterrorizado, pero me ayudó a llenar la ciudad de carteles que anunciaban que la esclavitud estaba prohibida, que acudieran a nosotros.

Un mensaje bomba.

El dueño de la fábrica fue condenado, y así quedaron en libertad los compañeros de Iqbal; él se vino a vivir conmigo, se convirtió en mi hijo y en un luchador imparable, quería ser abogado.

La historia acabó mal.

Tres años más tarde, una noche que Iqbal regresaba a casa en su bicicleta, le pegaron un tiro en la cabeza. Lo denuncié en la ONU, que se quejó al Gobierno pakistaní, que me declaró traidor a la patria. Me condenaron a muerte por orden de la primera ministra Benazir Bhutto.

Injusto y desproporcionado.

Su familia tenía niños esclavos desde hacía tres generaciones. Es algo que sabe todo el mundo, es una tradición entre los barones feudales, pero yo lo certifiqué con documentos y se lo envié con una nota: “Esto es ilegal”. Se enfadó mucho.

Se la jugó.

El problema es que si se detuviera la esclavitud en Pakistán, la industria se vendría abajo.

¿Cuál es el precio?

Las niñas sufren abusos en grupo por parte del dueño y sus amigos. No tienen identidad ni identificación. No tienen educación, no tienen atención médica.

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