La conquista de la dignidad

Acaba el rodaje de 'El Cinturón Rojo', un documental sobre la lucha obrera en el Baix Llobregat

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OLGA MERINO / BARCELONA

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Al principio, solo había campos de melocotoneros, fábricas y calles -por llamarlas de algún modo- tan acribilladas de socavones que se convertían en piscinas a la que caían las cuatro gotas de cada septiembre. En el interior de las casas, algunas cocinas todavía funcionaban con carbón y las neveras con barras de hielo. Hablamos de Almedaun barrio de Cornellà, pero la instantánea en blanco y negro podría hacerse extensible a todo el Baix Llobregat en los años 60 y 70, los de la efervescencia obrera y la lucha antifranquista. Con el fin de que no se diluya en el olvido la significación de aquel tiempo, la Fundació Utopia está ultimando un documental titulado 'El Cinturón Rojo', un proyecto que se financia mediante micromecenazgo (www.fundacioutopia.org).

"Los cerebros tienden a apagarse o a desaparecer, pero en el formato digital la memoria perdurará intacta y podrá ser entendida dentro de muchos años", responde el director del documental, Luis Campo Vidal, cuando se le pregunta el porqué de la producción. Cesc Castellana, presidente de Utopia, subraya que 'El Cinturón Rojo' no pretende compendiar viejas batallitas, sino "transmitir hasta dónde se puede llegar mediante la organización colectiva". A su lado, el tercer invitado asiente: se trata de Carlos Blasco, quien había presidido el comité de Siemens en los tiempos duros de la batalla sindical. Siemens era de las empresas más cañeras en la época, junto con la Corberó y Laforsa, la fundición que resistió cien días de una huelga histórica bajo el lema 'O todos o ninguno'. 

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Los tres caballeros me han citado en el bar El Maño, en el centro de Cornellà, una de aquellas tabernas que ya daba de comer el puchero habitual a la marabunta de obreros que salía de las fábricas mencionadas y de la Pirelli, la Clausor, la química Solvay, la vidriera ELSA, la Tornillería Mata... El Baix Llobregat concentró muchísima industria debido al bajo precio del suelo y a la proximidad de Barcelona.

El equipo de filmación ya ha entrevistado a la treintena de protagonistas del documental -sindicalistas, obreros, líderes sindicales, de asociaciones de vecinos- y se encuentra ahora mismo montando los 52 minutos de metraje. ¿Los dineros? Bueno, pues ya han recaudado más o menos la mitad del presupuesto total (35.000 euros) con el mérito de que la campaña de 'crowdfunding' solo admite aportaciones muy comedidas, entre los 25 y los 50 euros. El estreno de 'El Cinturón Rojo' está previsto para octubre.

EL SEGUNDO PROBLEMA DE FRANCO

En aquel tiempo, los obreros hacían jornadas larguísimas para compensar con horas extra la parquedad de los salarios. "Creo que adquirí la conciencia política en el Carrilet -recuerda Luis Campo-, cuando volvía de estudiar en Barcelona y veía cómo los obreros se quedaban dormidos y casi se caían al suelo del vagón". De puro agotamiento.

Sueldos cicateros a los que había que sumar el efecto de una inflación desbocada -alcanzó el 17% en 1975- y la compra del pisito en barrios carentes de servicios pese al espectacular 'boom' demográfico que había traído consigo la reindustrialización de Catalunya: en el Baix Llobregat la población aumentó el 380% en 25 años, de 1950 a 1975. La mayoría de los recién llegados, andaluces, extremeños y murcianos. Solo las luchas vecinales devolvieron la dignidad al espacio en la forma de escuelas, ambulatorios y semáforos.

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No son batallitas, desde luego, pero la tarde de calor se nos esfuma entre aguas de Vichy con rodajas de limón y recuerdos setenteros. Alguien saca a la conversación las cargas de los grises y una gran frase del tardofranquismo atribuida a un ministro de Franco: "España tiene dos problemas: la ETA -sí, entonces se le ponía el artículo determinado- y el Bajo Llobregat". Por la lucha obrera.

Carlos Blasco, el extrabajador de Siemens, destaca sobre todo el sentido de pertenencia a un territorio -"Ra, ra, ra, el Bajo Llobregá" era una consigna habitual en las manis, sin más, como si se tratara de un partido de fútbol regional- y la solidaridad, por ejemplo, en las inundaciones de 1971, cuando el río Llobregat se desbordó y fueron los vecinos, la juventud de los barrios, quienes organizaron grupos de limpieza para achicar el barro.

Mejor no entrar en comparaciones con el individualismo actual. Hace demasiado calor, y la nostalgia es a veces un limo muy resbaladizo.