Papa Francisco recordó «a los santos y a las santas (famosos o anónimos) que se han ‘partido’ a sí mismos, la propia vida, para ‘dar de comer’ a los hermanos», a los padres que «han ‘partido’ sus corazones para hacer crecer a sus hijos» y a todos los cristianos que «como ciudadanos responsables», han «‘partido’ la propia vida para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados». Lo hizo en la homilía que pronunció en la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Domini), que conmemora el acto de «‘partir’ el pan» con el que Jesús instituyó la Eucaristía. La ceremonia fue en la Basílica de San Juan de Letrán, y el Papa presidió, como todos los años, la procesión hasta Santa María Mayor.

Francisco comenzó su reflexión a partir de la expresión que utiliza dos veces San Pablo, en la Carta a los Corintios, para describir el mandato de Jesús a la hora de la institución de la Eucaristía: «Hagan esto en conmemoración mía»; «Es el testimonio más antiguo sobre las palabras de Cristo en aquella Última Cena», subrayó Francisco. «Hagan esto. Es decir tomen el pan, den gracias y rómpanlo; tomen el cáliz, den gracias y distribúyanlo. Jesus manda que repitan el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, mediante el que nos donó su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el ‘hacer’ la Eucaristía, que siempre tiene a Jesús como sujeto, pero se pone en práctica mediante nuestras pobres manos ungidas por el Espíritu Santo. Hagan esto. Antes, Jesús había pedido a los discípulos que ‘hicieran’ lo que Él ya tenía en su ánimo, en obediencia a la voluntad del Padre. Lo hemos escuchado hace poco en el Evangelio. Ante las multitudes cansadas y hambrientas, Jesús dice a sus discípulos: ‘Ustedes mismos denles de comer’. En realidad, es Jesús quien bendice y parte los panes hasta saciar a toda esa gente, pero los cinco panes y los dos pescados son ofrecidos por los discípulos. Jesús quería justamente esto: que, en lugar de despedir a la multitud, pusieran a disposición lo poco que tenían. Y luego hay otro gesto: los pedazos de pan, rotos por las manos santas y venerables del Señor, pasan a las pobres manos de los discípulos, que los distribuyen entre la gente. También esto es ‘hacer’ con Jesús, es ‘dar de comer’ con Él. Está claro que este milagro no quiere solo saciar el hambre de un día, sino es signo de lo que Cristo pretende cumplir para la salvación de toda la humanidad, dando su carne y su sangre. Sin embargo, siempre hay que pasar a través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que tenemos; recibir el pan roto por las manos de Jesús y distribuirlo a todos».

El Papa después se detuvo para reflexionar sobre otra palabra que explica el sentido de ese «Hagan esto en conmemoración mía». «Partir». Jesús, dijo Francisco, «se partió, se parte por nosotros. Y nos pide que nos demos, que nos partamos por los demás. Justamente este ‘partir el pan’ se ha convertido en el ícono, en el signo de reconocimiento de Cristo y de los cristianos». Es «la Eucaristía, que se convierte, desde el principio, en el centro y la forma de la vida de la Iglesia. Pero —explicó Bergoglio—, pensemos también en todos esos santos y en todas las santas (famosos y anónimos) que han ‘roto’ a sí mismos, la propia vida, para ‘dar de comer’ a los hermanos. Cuantas mamás, cuantos papás, junto con el pan cotidiano, cortado en la mesa de casa, han roto sus corazones para hacer que crezcan sus hijos, ¡y hacer que crezcan bien! ¡Cuántos cristianos, como ciudadanos responsables, han roto la propia vida para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres marginados y discriminados! ¿En donde encuentran la fuerza para todo esto? Justamente en la Eucaristía: en la potencia del amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite: ‘Hagan esto en conmemoración mía’».

El Papa concluyó pidiendo  que «pueda también el gesto de la procesión eucarística, que dentro de poco haremos, responder a este mandato de Jesús. Un gesto para recordarlo; un gesto para dar de comer a la multitud de hoy; un gesto para partir nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de Cristo por esta ciudad y por el mundo entero».

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