Hacia Guatepeor

Ya estamos, ya nos tienen, otra vez metidos en faena. En la tediosa faena electoral. Me horrorizo a mí mismo al calificar como “tediosa” una cita con las urnas, si es la gran cita democrática; pero son los partidos los que la hacen cansina. Disueltas las Cortes, bastaron unas horas para que, en singular complicidad con medios informativos, se repitiera el ritual: qué debates debe haber, cobarde el que no esté en todos, vueltas sobre el final del bipartidismo, juego de coaliciones antes de conocer los votos, pequeñas anécdotas personales elevadas a la categoría de Estado, juego sucio para la designación de adversario… En definitiva, maniobras de poder, mientras tres de cada cuatro encuestados creen que los políticos no se preocupan de la gente. Si después del fiasco de la legislatura y esta sensación de lejanía no se produce una altísima abstención, es que en este país hay una grandiosa reserva de magnífica ciudadanía.

Pero hay algo más inquietante que eso que esta liturgia habitual. Ese algo es el esfuerzo de todos los contendientes para que la repetición de elecciones no sirva para nada. Es decir, para que lleguemos a la noche del 26 de junio con las posiciones más enconadas, los líderes más enfrentados y la posibilidad de acuerdos de gobierno todavía más difícil y lejana que estos últimos cuatro meses de la esterilidad.

Para empezar, los primeros compases de la precampaña están enterrando la gran coalición antes de ser engendrada. Lo primero que hizo el Partido Socialista ha sido comunicar que jamás pactará con el Partido Popular. Al parecer, no se trata de ningún capricho de Pedro Sánchez, esta vez respaldado por Susana Díaz. Es que no se lo permiten sus bases: Torres Mora ha desvelado que un 70 por ciento de militantes rechaza cualquier acuerdo con el PP.

Para continuar, se pone casi imposible la coalición Partido Popular-Ciudadanos, la más natural según los sondeos conocidos. Rajoy anuncia guerra a muerte a Rivera, desde la convicción de que su éxito pasa por reconquistar los votos que Albert le quitó. Rivera, a su vez, se compromete a no pactar un gobierno en el que esté Mariano Rajoy. Ambas formaciones van a destruirse mutuamente, en lucha por el mismo electorado. A ver quién transforma ese rencor en alianza el día
después.

Por la izquierda, la guerra estalló entre PSOE y Podemos. La palabra sorpasso es la munición. Las palabras no pueden ser más hirientes: Antonio Hernando llamó a Podemos la vetusta izquierda comunista. Si hay sorpasso, es ridículo pensar que el PSOE dé el gobierno a Podemos. Si no lo hay, el pacto PSOE-Podemos es igual de imposible que hace un mes. ¿Quedará así reducida la estabilidad a un gobierno de Podemos más Izquierda Unida más los independentistas? Sería un enjambre.

Ese es el panorama que dejan ver las primeras horas de combate. No desprecien ustedes la idea de que salimos de Guatemala para entrar en Guatepeor.

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