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“La biblioteca del papa no es apetecible para los ‘hackers’”

La Santa Sede recurre a una vieja tecnología creada por la industria espacial en los años setenta para digitalizar 45 millones de manuscritos de la Biblioteca Vaticana

José Manuel Abad Liñán
Luciano Ammenti, director de Sistemas de Información de la biblioteca del Papa.
Luciano Ammenti, director de Sistemas de Información de la biblioteca del Papa.fernando domingo-aldama

Si cada byte de información que genera el mayor proyecto de la Biblioteca Vaticana fuera un grano de arroz, daría para bañar de cereal 10.000 veces la Ciudad del Vaticano. Para que joyas como el Códice vaticano, una Biblia del siglo IV escrita sobre lo que parecer ser fina piel de antílope, sigan venciendo la usura del tiempo por los siglos de los siglos, el Vaticano acomete la mayor digitalización jamás emprendida por una biblioteca en el mundo. Junto al Cortile del Belvedere, el gran patio renacentista que concibió Bramante, se están fotografiando y escaneando 82.000 manuscritos, 45 millones de páginas, que equivalen a casi 50 petabytes (la lluvia de 50.000 billones de granos de arroz con que arranca este texto). Los archivos informáticos guardados en discos duros son los nuevos cajones de madera donde los documentos se libran del daño de la luz, el tiempo y los virus.

Luciano Ammenti (Morro Reatino, Italia, 1954) dirige el sistema informático de la biblioteca de los papas. Es un ingeniero entre cardenales. Con gesto pausado y no poca precaución inicial, acude al encuentro con EL PAÍS, invitado a Bilbao por el encuentro European Ecommerce Conference (EEC-15). Se enamoró en la escuela de la Divina comedia de Dante, pero reconoce que entonces no creía que existiera de verdad. Menos podía esperar que algún día fuera a depender de él la conservación eterna, en formato de unos y ceros, de la copia más antigua que ha sobrevivido desde que fue escrita a principios del siglo XIV: el Dante urbinate. El primer ejemplar de la obra maestra del italiano ardió en un incendio en la casa de la hija del escritor. 

"Dante era un gran poeta, pero también un hombre de negocios. Cuando el condottiero Federico de Montefeltro le encarga una comedia para sus ratos de ocio, él ordena a su propio cuerpo de copistas que hagan muchas copias", ilustra Ammenti. La Divina comedia es, de toda la colección, su favorita, pero también la que más quebraderos de cabeza le ha traído a la hora de digitalizar, algo así como los que acarrea hacer una foto con flash a un espejo. "La copia está miniada en oro y plata. Eso significa que cuando se fotografía, la luz se refleja. Hemos tenido que usar un escáner especial, de luces frías, que dispone de un sistema electrónico que controla la reflexión". Otra de las joyas que atesora y ha digitalizado la biblioteca es un ejemplar ilustrado por Boticelli, "que entonces era un muchacho en edad de escuela que dibujaba bien", bromea el informático. También guarda una Biblia escrita en arameo, la lengua materna de Jesús de Nazaret. 

Dante era un gran poeta, pero también un hombre de negocios"

La tecnología está sacando de los cajones documentos guardados durante siglos. Digitalizarlos está abriendo al mundo, vía Internet, un patrimonio en gran parte desconocido. "Hemos entendido que en los 500 años de historia de la biblioteca no habíamos dado la posibilidad de estudiar más del 20 por ciento de nuestro patrimonio. Por más que aumentábamos al máximo los locales de consulta y ampliábamos el personal, nunca bastaba", asegura Ammenti.

"Si las obras no son consultables, no son más que tesoros guardados en cajas", confiesa el informático, que dejó atrás su pequeño pueblo natal en el Lacio para irse a estudiar a Canadá. Ha embarcado a un equipo de 20 personas en un proyecto específico para digitalizar los manuscritos, una parte más de la gran informatización de la Biblioteca, que aún tiene ante sí 15 años de trabajo para terminarlo todo. Marcó el pistoletazo de salida en 2012 con una decisión inaudita en el mundo de la conservación: en lugar de los más modernos JPG, TIFF o el omnipresente PDF, Ammenti escogió un viejo formato de archivo desarrollado en los setenta usado para las imágenes de la astrofísica y la física espacial, el FITS. "Hoy solo pervive otro ejemplo de antigüedad y vetustez como este en el mundo de la informática: el sistema operativo UNIX", reconoce con parsimonia. Para Ammenti, "fue muy importante entender que las imágenes del aterrizaje en la Luna pudieran estar conservadas en ese formato y hoy, esa tecnología, que es de código abierto, aporta una garantía excepcional". 

Bilbao, punto de encuentro

Luciano Ammenti ha sido uno de los invitados estrella del ECC-15, un encuentro europeo que reúne a expertos en comercio electrónico y los negocios digitales. En su novena edición ha escogido Bilbao y el lema "Transformando el futuro de la economía digital". 

El FITS es, por lo demás, un formato muy estable. En más de treinta años, solo ha lanzado tres versiones oficiales. Cuando se habla de conservación a largo plazo en una institución como la Iglesia esa estabilidad fue un punto a su favor: "Antes de lanzar el proyecto miramos a nuestro alrededor y no entendíamos (ni entendemos todavía) por qué las bibliotecas de nuestro entorno usan, por ejemplo JPG, TIFF o PDF para la conservación, que son propiedad de Adobe. Cuando escaneas algo en ese formato, no solo es tuyo, es de Adobe. Se supone que en un mundo en el que la informática tiene que estar siempre en el nivel más alto, nosotros deberíamos haber usado un formato TIFF, proyectado en el 92 y abandonado en el 98, pero no preparado para las tres dimensiones", apunta el ingeniero. Roma no se casa con nadie: "Hicimos un análisis sin dejarnos llevar por influencias comerciales y pensamos el modo mejor para poder conservar el manuscrito para la Humanidad, para los hijos de mis hijos, para todos. Ahí reparamos en el FITS".

Los equipos actuales están capturando imágenes a una resolución de 50 megapíxeles y con un techo teórico de 18 cuatrillones de colores. El FITS permite que cuando los escáneres y cámaras alcancen resoluciones mucho más altas en el futuro no haya dificultad en seguir usándolo. 

"Somos muy afortunados"

En comparación con la "sencillez" del Vaticano, el ingeniero lamenta el lento poder de decisión de los bienes culturales italianos. "Su capacidad de decisión es lentísima. Ojalá que nosotros [desde la Biblioteca Vaticana] consigamos suscitar emoción sobre las nuevas tecnologías. Se sigue haciendo lo que se viene haciendo desde siempre, por temor a desestabilizar aunque sea mínimamente las cosas". El de la Santa Sede, ¿es un entorno conservador en lo tecnológico? "No, somos muy afortunados. Nuestros jefes nos han dicho que debemos probar, que probar cosas es mejor que no hacer nada, aunque también hemos tenido discusiones entre nosotros porque la palabra conservación, en un principio, equivalía a guardar las cosas en una especie de búnker".

La pirámide [en el Vaticano] es muy corta: mi jefe está justo por encima de mí. Todo es muy sencillo y muy directo"

No resulta difícil ser ingeniero informático en una institución bimilenaria como el Vaticano, a juzgar por Ammenti, que parece acostumbrado a la pregunta: "Somos muy tecnológicos. Mire, quizá le sorprenda, pero nuestra biblioteca, como todas las grandes del mundo que están informatizadas, cuenta con el segundo procesamiento de datos más rápido después del de los bancos. El tiempo de respuesta tiene que ser muy breve, porque si no el usuario se estanca, y no quiere esperar. No es excusa que hasta no hace tanto hubiera que consultar a mano 10 millones de fichas impresas. Ahora, el estudioso viene a nosotros con su iPad y con muy poco tiempo antes de coger su avión. Gran parte de su investigación ya la ha hecho, a través de Internet, desde su país", describe.

Trabajar en el Vaticano es para él algo sencillo en comparación con otros entornos profesionales. "La diferencia sustancial es que la pirámide [en la Santa Sede] es muy corta: mi jefe [el prefecto de la biblioteca, Cesare Pasini] está justo por encima de mí, hablamos todos los días, y por encima de él el cardenal bibliotecario, que es responsable de la Biblioteca y del Archivo Secreto. Si hay un nuevo proyecto, lo discuto con él: me da su aceptación si yo lo defiendo y, si no funciona, soy yo el que he hecho una elección técnica equivocada. Así funciona todo en nuestra casa: todo es muy sencillo y muy directo".

Ciberataques

Como responsable de informática, este ingeniero también está a cargo de la ciberseguridad de la biblioteca, de protegerla de los ataques. "No le voy a decir cómo trabajamos, tenemos nuestras defensas, pero la verdad es que la seguridad no nos preocupa mucho porque nuestros accesos son todos gratuitos. Desde el punto de vista de los hackers, no somos apetecibles: todo lo que uno podría tener, ya lo tiene on line, no hay nada más. No tenemos documentos secretos". Aun así, han sufrido la entrada de piratas aprovechando brechas del sistema. "Obviamente ahí está la posibilidad de decir 'yo he perforado tal sistema'. Que nuestra biblioteca sea, como todos los sistemas informáticos, violable, es un hecho; la seguridad informática perfecta es un sueño".

Ammenti ha trabajado para tres papas: "Juan Pablo II, Su Santidad Ratzinger y el Papa Francesco", enumera, pero no ha visto diferencias con su acercamiento a la tecnología. En todo caso, "no son distantes", señala. "Tenemos que que pensar que la Biblioteca Vaticana es la biblioteca del papa. Obviamente tienen cosas mucho más importantes en las que pensar, y delegan en personas que en la práctica son quienes comandan la biblioteca". La oficina que gestiona el sitio web del Vaticano sirvió para dar a conocer los beneficios de la tecnología en la sede de la Iglesia. Tan equilibrado como se ha mostrado durante toda la entrevista, concluye: "De todos modos, los problemas de los papas están en el nivel humanitario. Ojalá fueran solo problemas técnicos".

Una biblioteca accidentada

La conservación a largo plazo es un objetivo fundamental de la Biblioteca Vaticana, que ha sufrido todo tipo de desventuras en su historia. 

Se tiene noticia, ya en el siglo IV, de un Scrinium (de ahí viene escriño, pero aquí significa biblioteca o archivo) ligado a la Iglesia de Roma. En 784, mientras Carlomagno arrasa a los sajones en el norte de Alemania y Abderramán compra la mitad cristiana de una antigua basílica cordobesa para erigir sobre ella su Mezquita, en Roma el papa Adriano I nombra Bibliothecarius a un tal Teofilacto. Algo tuvo que ocurrir a principios del siglo XIII para que los libros y los manuscritos acumulados durante más de mil años se dispersasen, pero los papas no tardan en volver a hacer acopio de ellos. Se conserva un inventario de Bonifacio VIII, aquel papa abofeteado de mano del pendenciero Sciarra Colonna por el rey francés Felipe el Hermoso en uno de los episodios del Cisma de Occidente. Lo inmortalizó Dante en el Canto XX (Purgatorio) de la Divina Comedia ("Por remediar lo hecho y lo futuro, / veo en Agnagi entrar la flor de lis, / y en su vicario hacer cautivo a Cristo. / Le veo nuevamente escarnecido; / hiel y vinagre renovar le veo, / y entre vivos ladrones darle muerte").

Otras peleas de papas y reyes llevan la biblioteca de Roma a Perugia, luego a Asís y finalmente a Aviñón. Por los caminos de Italia y Francia se pierden muchos documentos y Juan XXII, el papa al que llamó hereje Guillermo de Ockham (o de Baskerville, para los fans de El nombre de la rosa) arranca una nueva colección que, pasando por la familia Borghese en el siglo XVII, recala en 1891 en un Vaticano mínimo y cercado por el Reino de Italia donde los pontífices confiesan sentirse prisioneros.

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José Manuel Abad Liñán
Es redactor de la sección de España de EL PAÍS. Antes formó parte del Equipo de Datos y de la sección de Ciencia y Tecnología. Estudió periodismo en las universidades de Sevilla y Roskilde (Dinamarca), periodismo científico en el CSIC y humanidades en la Universidad Lumière Lyon-2 (Francia).

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