Sucedió la semana pasada en el Banco de Alimentos de la Pobla de Vallbona. Y a Jaime Serra, su director, le crujió el alma nada más oírlo. El hombre andaba por los 82 años y, asfixiado por la necesidad, consiguió que le dieran el carné que le permite sacar comida durante medio año en esta institución benéfica. Desde lo más hondo de su ser, a este anciano de l´Horta crecido en la guerra y la posguerra -y que en su anonimato simboliza a miles de compañeros de generación- le salió una frase que resume toda una vida: «Para criarme, mis padres tuvieron que echar mano de una cartilla de racionamiento. Y ahora, después de toda una vida trabajando, repito la historia y moriré con cartilla».

Esta reflexión retrata la situación de pobreza en la Comunitat Valenciana, donde las cifras de asistencialismo se han disparado en el último año. Cáritas ha superado los 192.000 atendidos en las tres diócesis -la mitad de ellos ya son españoles- tras invertir más de 8,5 millones en ayuda en 2012. La Cruz Roja ha extendido sus tentáculos solidarios hasta alcanzar a 380.000 valencianos en 2012, y sus planes específicos de emergencia -Lucha contra la pobreza y Ahora más que nunca- han llegado a 93.000 personas. El Banco de Alimentos de Valencia, más focalizado en la capital y su área de influencia, prosigue su trabajo de emergencia con cifras récord: cada mes, reparte comida a más de 57.000 personas y socorre el estómago de más de 6.000 familias, con más de tres miembros de media, mientras ve con tristeza una lista de espera de más de 2.000 familias.

Las alarmas ya hace tiempo que saltaron en una tierra con 582.126 parados. Una tierra donde la pobreza ha aumentado un 18 % entre 2008 y 2011, más del doble que la media española según un informe del Institut Valencià d´Investigacions Econòmiques. Pero es hoy cuando se celebra la primera cumbre contra la pobreza. El presidente Alberto Fabra ha convocado la Mesa de la Solidaridad que conforman cargos de la Administración -de la Conselleria de Bienestar Social, de las diputaciones y de los ayuntamientos- y representantes de las tres organizaciones asistenciales que componen dicho órgano: Cáritas, Cruz Roja y los Banco de Alimentos.

¿Qué esperan de la cita los que mejor conocen el terreno de la marginación y la vulnerabilidad? En un debate previo celebrado en la sede de Levante-EMV, el director del Banco de Alimentos lamenta que «ya hace tiempo» que él viene reclamando este encuentro. «Puede ser que llegue tarde, pero lo importante es que llegue», añade. Y lanza tres objetivos que le gustaría concretar: «Hay que unir esfuerzos y coordinarse mejor para no duplicar el trabajo y que se atienda a la gente que más lo necesita. Para ello, deben crearse listados y poner códigos para saber dónde está la marginación social. Y, además, hace falta el compromiso de rebajar algún evento y dedicarse más a paliar y hacer un seguimiento más cercano de esa gente que peor lo pasa. Porque son momentos muy graves y en Valencia hay familias que pasan hambre y otras que viven en cloacas en las que les han cortado la luz y el agua».

A su lado, el vicepresidente autonómico de Cruz Roja, Javier Mayoral, opina que «la respuesta a la crisis no puede ser de tipo asistencialista». «Hemos de generar estrategias para que las personas puedan salir adelante por sí solas. Es la metáfora de no dar pescado, sino de enseñar a pescar». Por eso, pide «medidas que inciten al autoempleo o que hagan más fácil la contratación por parte de empresas» y sugiere «rebajas fiscales para emprendedores, que el IVA de las facturas no haya de pagarse de forma anticipada, que la Administración implemente un sistema de pagos ágil, o que se hagan rebajas en la Seguridad Social». «Si nos limitamos a pedir dinero para las necesidades básicas, no saldremos nunca de la crisis y nos convertiremos en una sociedad asistida», advierte el número dos de Cruz Roja en la Comunitat Valenciana.

Hace dos semanas, en la presentación del informe anual de Cáritas, su secretaria general en Valencia, Fani Raga, denunciaba el «desmantelamiento de los servicios sociales» a raíz de un proceso de «consolidación de la reducción y el agotamiento de las ayudas de protección social». Un dardo a la Generalitat. Cáritas reclama más dotación presupuestaria para políticas sociales. En opinión del vicepresidente de Cruz Roja, en cambio, «la salida de la crisis no puede limitarse a la generación de dinero público para comprar determinadas cosas que hacen falta „que también hay que hacerlo„, sino en establecer estrategias para que las personas puedan alcanzar el autoempleo o disponer de crédito».

Dos temas sangrantes

Alberto Fabra, que en el plano político se ha visto adelantado por los gestos del presidente provincial Alfonso Rus en ser el primero en responder a las llamadas de auxilio del Banco de Alimentos o de la desnutrición infantil, proclamó en las Corts que en la reunión de hoy se pondrán los «recursos» de todas las administraciones para hacer frente a los problemas derivados de la crisis. Parece ambicioso. Tal vez demasiado para una economía, intervenida de facto, que tiene obstruidos los mercados financieros y ha de recurrir a los préstamos del Gobierno vía FLA para seguir latiendo.

Conscientes de ello, los actores sociales se conforman con que en la cumbre de hoy se establezca «un compromiso serio» y sólo sea «el punto de partida». Cruz Roja pondrá sobre la mesa «los dos temas sangrantes de este momento: la gran vulnerabilidad de las personas mayores, que en muchos casos se han convertido en el soporte de las familias con unas pensiones muy bajas, y el gran problema derivado del paro juvenil y la falta de perspectivas laborales para la gente joven», expresa Javier Mayoral. Cáritas, más pegada a la urgencia inmediata, ha mostrado su preocupación por «los retrasos de un año en la percepción de la Renta Garantizada de Ciudadanía» y la marginación sanitaria para los sin papeles. Será otra reivindicación.

Al director del Banco de Alimentos de Valencia, que trabaja «en el primer escalón de la marginación social», le inquieta especialmente la respuesta inmediata a las situaciones más graves, porque «hasta que se empiece a crear empleo y recuperar la economía, habrá un desfase o tiempo de espera que mucha gente no es capaz de aguantar». «Este desfase „prosigue con tono crítico„ lo está cubriendo la sociedad con donaciones de comida y dinero porque, a lo mejor, la Generalitat y el Gobierno no han tenido la suficiente rapidez de actuación». De actuación ante personas como el octogenario de la cartilla de racionamiento, que tras lamentar el triste círculo cerrado de su vida, aún tuvo fuerzas de mirar su nueva cartilla, sonreír y decirle a Javier: «¡Y que no nos falte!». Está es su última e inesperada posguerra.