Con el desalojo policial del parque Gezi, el movimiento ciudadano contra el Gobierno turco ha perdido su símbolo, pero no su espíritu: en Estambul, en Ankara y en otras ciudades siguieron hoy las protestas y choques con los agentes antidisturbios.

Si durante toda la madrugada las calles de Estambul fueron escenario de enfrentamientos, la llegada del día no calmó la situación.

La aparente tranquilidad del mediodía, con los operarios municipales plantando flores en Taksim y limpiando de tiendas y carpas el parque, se reveló como un espejismo poco después.

En Istiklal, la arteria comercial que conduce a Taksim, los agentes recurrieron sobre las 13.00 GMT a balas de goma y botes de humo para impedir que un grupo de manifestantes avanzara hacia la plaza, clausurada a cal y canto por un cordón policial.

Una redada en el Colegio de Ingenieros, para evitar que fuera usado como improvisado ambulatorio, cañones de agua contra los concentrados en el distrito de Kurtulus y detenciones en el hotel Ramada fueron algunas de las escenas vividas hoy en la ciudad del Bósforo.

En el barrio de Besiktas también se produjeron algunos choques, con el habitual uso masivo de gas pimienta. Ya por la noche, los vecinos protagonizaron una ruidosa cacerolada, una de las formas que esta revuelta ciudadana turca ha tenido para denunciar los excesos del Ejecutivo.

La oleada de protestas parece que no se detendrá con el desalojo de Gezi, ocupado por miles de personas hace casi tres semanas para evitar su destrucción; sigue así adelante pese a que los indignados turcos han perdido su centro de operaciones.

Las manifestaciones se han reproducido en una decena de ciudades turcas repartidas por toda la geografía del país, desde el Egeo hasta Anatolia, pasando por la costa del Mar Negro.

Especialmente virulentos han sido los enfrentamientos en Ankara, donde la policía causó indignación al disolver con gases lacrimógenos una marcha fúnebre en honor a un manifestante muerto en días pasado.

Dos de los mayores sindicatos turcos y tres colegios profesionales anunciaron hoy la convocatoria de una huelga mañana, así como de manifestaciones por las calles de las principales ciudades del país.

Pese a todo, el Gobierno siguió concentrando hoy su atención en Taksim, el símbolo de la revuelta.

Sólo los periodistas acreditados tenía hoy paso franco por la zona, en la que incluso se ha restringido la circulación de turistas.

El celo de las autoridades para evitar que Taksim vuelva a llenarse de manifestantes ha llegado al punto de advertir de que a quien entre en el lugar se le aplicará la legislación antiterrorista.

"A partir de este momento, cualquier persona que se encuentre allí, lamentablemente tendrá que ser considerada por el Estado como miembro de una organización terrorista", advirtió en una entrevista con la televisión el ministro de Asuntos Europeos, Egemen Bagis.

Las autoridades ordenaron incluso suspender el tráfico marítimo desde la parte asiática de la ciudad para dificultar la llegada de manifestantes.

Según la emisora NTV, unas 40 personas fueron detenidas hoy en Estambul en los distintos choques que se produjeron alrededor de la plaza.

El Gobernador de Estambul, Hüseyin Avni Mutlu, reconoció esta mañana que el agua a presión lanzada contra los manifestantes de los blindados contenía una "solución médica", que el diario turco Milliyet identificó como gas pimienta.

Eso explicaría los testimonios que circulan por las redes sociales de manifestantes, apoyados por fotografías, que aseguraban haber sufrido graves irritaciones cutáneas y enrojecimientos tras haber sido rociados por el agua de los blindados policiales.

Por su parte, el primer ministro Erdogan reunió hoy a decenas de miles de simpatizantes ante los que insistió en justificar el desalojo, defender la rotunda actuación policial y denunciar que las protestas son un complot internacional para desestabilizar Turquía.