A pesar de encadenar ya tres jornadas sin sumar ni un solo punto, con 10 goles en contra por uno a favor, la verdad es que el Levante salió reforzado del Camp Nou. El cambio de actitud y de eficacia contra el líder de la competición, que no pudo marcar hasta el minuto 84, demuestran que este equipo puede plantar cara a cualquiera y que la clasificación europea de la temporada pasada no fue casualidad, a pesar de que cada vez está más claro que no se repetirá en la presente campaña. Al igual que queda patente que no se van a pasar apuros para lograr la permanencia que es, nunca hay que olvidarlo, el objetivo primordial e imprescindible para este club.

Las goleadas encajadas ante el Real Madrid y el Deportivo y, sobre todo, la mala imagen mostrada ante este último casi obligaban a Juan Ignacio Martínez a dar un golpe sobre la mesa y reinventar su once. La mini revolución granota empezó en portería otorgando, por primera vez en toda la Liga, el puesto a Keylor Navas por voluntad propia del técnico. La apuesta empezó a surtir efecto ya en el minuto quince cuando el costarricense paraba un penalti inventado por el árbitro y lanzado por Villa, y hacía lo propio con el rechace, a bocajarro, de Cesc. Brazos al cielo, grito de rabia y a seguir intentando parar las embestidas de este equipo que de tanto tocar y tocar suele desesperar a sus rivales hasta que estos cometen alguna tontería, sea subirse a la desesperada al ataque, realizar alguna falta peligrosa o cometer algún error defensivo. Los fallos en la zaga no aparecieron hasta a falta de ocho minutos para el final del partido. En el primero, una mala decisión de Valdo acabó en un tiro alto de Villa. Pero, inmediatamente después, Cesc, que estaba muy solo en el centro del área, recibía el balón y lo cruzaba inalcanzable para Keylor Navas. Era el uno a cero que mandaba al traste todo el trabajo realizado, pero que no oscurecía la buena imagen mostrada.

Ayer, en la zaga visitante no estaba un emblema de este Levante UD como es Ballesteros. El capitán había reconocido que no tuvo un buen partido contra el Depor y fue uno de los damnificados del once junto al ya nombrado Munúa, Lell y Pedro Ríos, además de un Iborra que no podía jugar por sanción. Vyntra apoyaba a Pedro López por la derecha y Navarro hacía lo propio con Juanfran. Todos juntos, y con las ayudas del resto de compañeros, lograban disminuir la sensación de peligro de los de Tito Vilanova y provocaban que el Camp Nou no fuera la olla a presión de otras ocasiones.

Pese a esta solvencia defensiva, la facilidad con que se encajaron los goles el pasado sábado, con un cero a tres ya en el minuto 27, hacía pensar a los más pesimistas que el paso por el Camp Nou iba a ser todo un calvario. No obstante, este Levante, en una nueva prueba de carácter, fortaleza mental y física, supo cómo resistir el ataque frontal de los de Tito Vilanova. Y hasta salieron a la contra con criterio como cuando Rubén tiraba ligeramente alto en la jugada prácticamente posterior a la del penalti.

Si en el Barça el foco de los aplausos cada vez que tocaba el balón era un Abidal que jugaba por primera vez de titular desde su trasplante, en el Levante la gran novedad se llamaba Simao Mate. El mozambiqueño, contra todo pronóstico, jugaba de inicio al lado de otro africano como es Pape Diop y ambos intentaban frenar la máquina de crear juego que conforman hombres como Song, Thiago o Iniesta.

En el ataque granota, una vez más, Acquafresca era un querer y no poder. Por si fuera poco, el desacierto del juez de línea hizo que señalara un fuera de juego inexistente al inicio de la segunda mitad en una jugada donde el italiano sí había logrado batir a Vïctor Valdés.

Tito fue metiendo pólvora ofensiva a medida que pasaban los minutos hasta acabar con tres delanteros. No querían que el Real Madrid, que había ganado poco antes el Betis, les recortara y lo lograron en el tramo final ante un Levante que, ayer sí, mostró su orgullo. Es más, Keylor Navas, que había sido de los mejores del partido, subió a rematar en el último córner, pero no pudo ser.